Política

La nueva grieta

No hablamos, en verdad, de Maradona y Messi. Hablamos de una enfermedad cuyo primer síntoma fue la división.

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Pese a que las fotos muestran más gente en la calle que nunca antes, da la impresión de que, como pueblo, somos incapaces de tener una celebración completa, que nos una realmente a todos. Ni siquiera por una vez.

Ahora parece que no se puede participar de la alegría por haber ganado el Mundial si antes no se abjura de Maradona. No basta con elogiar a Messi; parece que hace falta enfrentarlo con Maradona y concluir, obligatoriamente, que el rosarino es mejor en todo: como jugador, como persona, como líder, como símbolo. Para ello se recurre a estadísticas extemporáneas (incluso erróneas) y argumentos aún más fuera de lugar (“Messi tiene una vida familiar ejemplar”).

¿Qué necesidad hay de llegar a la conclusión de que uno es mejor que el otro? No hay ninguna necesidad. Si se hace, es por el vicio (la enfermedad) nacional de dividir en “buenos” y “malos”, “ellos” y “nosotros”.

La comparación es artificial: los protagonistas de la misma siempre se elogiaron el uno al otro. Maradona llegó a decir que “ojalá Messi me supere”; Messi tuvo el buen gusto y la humildad de incluir a Maradona entre los ganadores del Mundial 2022.

Pero, además, ¿qué necesidad hay de enfrentarlos? ¿Qué necesidad hay de buscar una comparación que, en verdad, es imposible? (por contexto histórico, dispar situación del fútbol mundial, diferencias de arbitraje, y mil cuestiones más). ¿Qué necesidad hay de llegar a la conclusión de que uno es mejor que el otro? No hay ninguna necesidad. Si se hace, es por el vicio (la enfermedad) nacional de dividir en “buenos” y “malos”, “ellos” y “nosotros”.

A la mezquindad (estupidez) de la izquierda de pretender patrimonializar a Maradona y de inventarse un Messi “maradoniano”, la derecha responde ahora con el intento “bobo” de querer apropiarse de Messi, que necesariamente se muestra como “mejor”. Más aún: se quiere transmitir la idea de que Messi es el “verdadero” mito argentino; Maradona habría sido un ídolo falso y temporal, mientras llegaba el “messías”. Ese es el origen de esta nueva grieta.

No hablamos, en verdad, de Maradona y Messi. Hablamos de una enfermedad cuyo primer síntoma fue la división entre “saavedristas” y “morenistas”, que siguió con la lucha entre “unitarios” y “federales” y, desde entonces, se fue metamorfoseando bajo distintos nombres. Desde hace unos días, su nueva forma es “maradonistas” contra “messistas”.

Elegir a uno de los dos y renegar del otro es estúpido: es como ir al supermercado y rechazar una oferta de “2 X 1”. Es, también, algo peor: es seguir expandiendo la perenne pandemia nacional de la discordia. No cuenten conmigo.

Konrad Adenauer procedió a la reconstrucción de Alemania sin poner un “cordón sanitario” para aislar a los millones de ciudadanos que habían cooperado (como oficiales, policías, maestros, empleados públicos, etc.) con la dictadura nazi. Sabía que, no sólo era imposible, sino que, de intentarlo, se hubiera sembrado la semilla del resentimiento y la desunión. En nuestro caso, Juan Bautista Alberdi decía que “con unitarios, con federales y con cuanto contiene y forma la desgraciada República, se debe proceder a la organización, sin excluir ni aún a los malos, porque también forman parte de la familia”. El kirchnerismo alentó una polarización que tendremos que superar si queremos alguna vez empezar a transitar un camino de prosperidad continuada, para lo cual un cierto nivel de concordia es imprescindible. Maradona y Messi son de todos. Como San Martín, el Himno y la Bandera. Elegir a uno de los dos y renegar del otro es estúpido: es como ir al supermercado y rechazar una oferta de “2 X 1”. Es, también, algo peor: es seguir expandiendo la perenne pandemia nacional de la discordia. No cuenten conmigo.

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