«Declaro ante todos ustedes que toda mi vida, ya sea larga o corta, la dedicaré a su servicio y al servicio de la gran familia imperial a la que todos pertenecemos»
Reina Isabel II
Hasta el día de hoy Gran Bretaña afirma haber “ganado” las dos Guerras Mundiales del Siglo XX, pero juntas destruyeron esa nación para siempre. El comienzo de la década de 1950 parecía ser el inicio de la recuperación posterior a la segunda guerra mundial para Gran Bretaña y la llegada de una nueva reina, joven y esmerada, parecía anunciar un mejor futuro.
Elizabeth Alexandra Mary Windsor nació en un mundo y murió en otro. Cuando fue coronada, el 2 de junio de 1953, el Primer Ministro era el conservador Winston Churchill. En el altar de la Abadía de Westminster juró por Dios mantener la justicia y el cumplimiento de las leyes en sus dominios para su gran familia imperial. “Tenemos la esperanza de ser testigos del inicio de una nueva era isabelina, tan célebre como la primera”, dijo en ese momento el ex Primer Ministro Clement Attlee. Sin embargo, 70 años después esas esperanzas fueron ampliamente defraudadas. La reina murió. El imperio se evaporó y con él su confianza y autoestima.

Es difícil imaginárselo ahora pero Gran Bretaña una vez orgullosa, pujante y próspera, y no un culposo campo de refugiados.
Es difícil imaginárselo ahora pero Gran Bretaña una vez orgullosa, pujante y próspera, y no un culposo campo de refugiados. Fue la cuna de Shakespeare y Newton, de la revolución industrial y de la ciencia no la sede de los desfiles LGBTQ+ o Drag Queen degenerados. Era un lugar de verdad con una historia, una lengua, una cultura y un pueblo verdaderamente admirable. Era un lugar impresionante, liderado por personas impresionantes. Gran Bretaña estaba en la cima del mundo, pero esto ya pasó y hoy casi ni se recuerda.
El 8 de septiembre de 2022 murió la reina y terminó una era. Elizabeth II era el último eslabón viviente de una verdadera GRAN Bretaña. Vivió en un tiempo mejor, hoy Gran Bretaña ya no es ni próspera, ni poderosa, ni segura y pronto ya no tendrá orgullo se su propia historia. Dos días antes de morir Elizabeth, la reina, le encargó el gobierno a la otra Elizabeth, una recién elegida Primera Ministra.
Elizabeth Truss, una política conservadora poco carismática, educada en Oxford, que votó en contra del Brexit, fue elegida Primer Ministra de Gran Bretaña el 5 de septiembre. Esta anti-monarquista en su juventud, debió concurrir a Escocia para reunirse con una anciana monarca y cumplir con las formalidades del cargo y 72 horas después leyó robóticamente un discurso anunciando la muerte de la reina y la bienvenida al nuevo rey globalista.
Mary Elizabeth Truss es la Primera Ministra número 56 en la historia de su país, la tercera mujer en ocupar el cargo, después de Margaret Thatcher y Theresa May y la cuarta primer ministro tory en doce años. Integra el Parlamento por la circunscripción de South West Norfolk desde las elecciones generales de 2010 y demostró ser una artista de la supervivencia durante los gobiernos conservadores, desde que David Cameron la eligió hasta que Boris Johnson se fue. Su carrera fue un ascenso contante: Secretaria de Estado para el Medio Ambiente, la Alimentación y los Asuntos Rurales desde 2014 a 2016; Secretaria de Estado para la Justicia y Lord canciller desde 2016 a 2017; Secretaria Parlamentario del Tesoro desde 2017 a 2019; Secretaria de Comercio Internacional desde 2019 a 2021 y en ese año, a los 46 años, se trasladó a uno de los puestos de mayor rango en el gobierno: Secretaria de Relaciones Exteriores.

Liz es una veleta a quien ninguna acción parece pasarle factura, quizá porque realiza actos estratégicos y no ideológicos: para ella sólo se trata, según aseguran tanto correligionarios como oponentes, de estar del lado ganador siempre.
Liz es una veleta a quien ninguna acción parece pasarle factura, quizá porque realiza actos estratégicos y no ideológicos: para ella sólo se trata, según aseguran tanto correligionarios como oponentes, de estar del lado ganador siempre. En la universidad participó activamente para el partido Demócrata Liberal y habló a favor de la abolición de la monarquía; pero luego se unió al Partido Conservador. Su paso por la Universidad de Oxford marcó un brusco cambio en el que desarrolló una veneración por la apertura de mercados, la reducción del Estado en la vida pública y la libertad económica como emblema de sus decisiones. Fue coautora del libro “Britannia Unchained” con otros cuatro parlamentarios conservadores que le granjearía el apoyo de Boris Johnson. Durante un reciente debate en la BBC en la campaña para el cargo de Primer Ministro, se le cuestionó por un comentario en el libro donde describe a los trabajadores británicos como «unos de los peores haraganes del mundo», su respuesta fue que no lo había escrito. Tampoco importó su inicial apoyo a la continuidad de Gran Bretaña en la Unión Europea en el referendo de 2016, que reemplazó después por una feroz militancia proBrexit. Liz pasa siempre sin convicciones.
Lo particular de su situación es que no tuvo que convencer a una mayoría de británicos de sus planes para llegar a Primer Ministra, sino sólo a 160.000 miembros del Partido Conservador, que representan a un 1,5 por ciento de la población británica. Otra historia tiene hacia fuera, una encuesta rápida de YouGov encontró que el 50% de los británicos dijeron que estaban decepcionados de que Truss fuera Primera Ministra, incluido un tercio (33%) que estaba «muy decepcionado», considerablemente más que el 22% que dijo que estaban muy o bastante complacido.
Liz se enfrenta a múltiples crisis: energética, económica, inmigratoria y de salud; que serán una prueba de fuego para una jefa de Gobierno inexperta. En su primer discurso prometió crear una «nación aspiracional», “abordar los problemas que frenan a Gran Bretaña” y seguir apoyando a la OTAN en Ucrania porque con “nuestros aliados, defenderemos la libertad y la democracia en todo el mundo, reconociendo que no podemos tener seguridad en casa sin tener seguridad en el exterior”, así buscó llenar todas los casilleros de verificación del “establishment conservador” con referencias a recortes fiscales y lugares comunes como ‘Reconstruir mejor’ a medida que la cultura y su país se destruyen lentamente. Se verá si Truss tira por la borda su ideología conservadora en caso de emergencia, tan rápidamente como tiró sus convicciones anteriormente.
Durante la campaña, Truss trató de diferenciarse de Boris Johnson al comprometerse a perforar en busca de más petróleo en el Mar del Norte y levantar la prohibición sobre el fracking para aliviar la actual crisis energética inducida por la política verde y las sanciones contra Rusia, que ella apoyó fervientemente. Su primera medida fue levantar la prohibición al fracking impuesta por su partido en 2019. Sin embargo, el elemento heredado de la agenda climática central de Johnson, el compromiso de transformar radicalmente la economía británica para lograr emisiones netas de carbono cero para el año 2050, probablemente permanecerá intacto bajo Truss. “Estoy decidida a aprovechar ese historial como líder y Primera Ministra redoblando nuestra campaña para alcanzar cero emisiones netas para 2050 de una manera conservadora que ayude a los hogares y las empresas”, dijo Truss en agosto, y agregó: “También me volví a comprometer en nuestro objetivo para 2030 de detener el deterioro de la naturaleza, continuar reformando la producción agrícola, ayudar a las personas a aislar sus hogares, defender las energías renovables y las nuevas tecnologías limpias”. Así que veremos cómo hace Liz para congeniar su gestión con su agenda verde.

Buscó llenar todas los casilleros de verificación del “establishment conservador” con referencias a recortes fiscales y lugares comunes como ‘Reconstruir mejor’ a medida que la cultura y su país se destruyen lentamente. Se verá si Truss tira por la borda su ideología conservadora tan rápidamente como tiró sus convicciones anteriormente.
La segunda medida adoptada fue imponer un límite a las tarifas energéticas de los consumidores como parte de un plan para diversificar el suministro energético del Reino Unido. Ante la inminente recesión y la caída de la libra esterlina a su nivel más bajo desde 1985, el tope limitará las facturas a 2.500 libras (2.880 dólares), después de que los consumidores las hayan visto saltar un 54% desde abril y sufran otro salto hasta el 80% el año que viene. Según el Deutsche Bank costará al contribuyente 179.000 millones de libras -aproximadamente la mitad de lo que el país gastó en la pandemia de COVID 19- y se produce mientras Truss descarta cualquier «limosna» a los hogares.
Mientras en el país se escucha que el próximo invierno los británicos tendrían que elegir «entre calefaccionar o comer», Truss dice al respecto que no está de acuerdo con «regalos» del Estado, y que el remedio probado son las reducciones impositivas, para impulsar el crecimiento económico. A pesar de que los economistas del Banco de Inglaterra contradicen y temen esas rebajas fiscales, ya que podrían incrementar la espiral inflacionaria que ya está en los niveles más altos de los últimos 40 años, Truss quiere usarlas para reducir la inflación. Pero obtener esos miles de millones sólo será posible si Gran Bretaña se endeuda.
Sobre el tema de la inmigración, Truss también parece estar preparada para continuar con el enfoque de fronteras abiertas de Boris Johnson, bajo el cual la cantidad de visas extranjeras emitidas alcanzó un máximo histórico de 1,1 millones durante el año pasado, junto con un número récord de inmigrantes ilegales que continúan cruzando el Canal de la Mancha desde Francia. Para consternación de la base contra la migración masiva del Partido Conservador, Liz se comprometió a aumentar el número de migrantes estacionales a los que se les permite ingresar al país para trabajar en trabajos agrícolas a corto plazo durante los meses de verano. Para hacer frente a la actual crisis de migrantes en barco en el Canal de la Mancha, solo prometió aumentar la cantidad de personal de la fuerza fronteriza de primera línea en un 20 por ciento, lo que es poco probable que haga mucho por el problema dado que actúan como un servicio de taxi para ayudar a los inmigrantes a desembarcar en las playas británicas. Cabe destacar el hecho que su Secretaria del Interior es una india (Suella Braverman), por lo que podría beneficiar a sus co-étnicos.

Las dos Elizabeths son la expresión de la GRAN Bretaña que murió. En sus 70 años de reinado, Elizabeth II no hizo nada más que dejar que el Parlamento destruya al reino mientras ella callaba.
La crisis de los inmigrantes, junto con el aumento del costo de vida, la inflación, el servicio de salud quebrado, los temores sobre posibles apagones de energía durante el invierno, probable recesión y más ayuda ilimitada a Ucrania presagia un futuro difícil para Truss, quien se enfrenta a convertirse en la Primera Ministra tory en ejercicio en perder ante el opositor Partido Laborista desde que John Major fue derrotado por Tony Blair en 1997. Con las próximas elecciones generales acercándose, Truss tendrá que actuar rápidamente y, lo que es más importante, de una clásica manera conservadora, cínicamente.
Las dos Elizabeths son la expresión de la GRAN Bretaña que murió. En sus 70 años de reinado, Elizabeth II no hizo nada más que dejar que el Parlamento destruya al reino mientras ella callaba. Con la reina muerta sólo cambiará que el nuevo rey es increíblemente impopular a diferencia de su madre. Pero a fin de cuentas la que está a cargo es la otra Elizabeth. La Elizabeth reina se mantuvo callada mientras la “familia imperial” era transportada en masa a Gran Bretaña, mientras esa misma familia violaba indiscriminadamente (y sigue haciéndolo) a las niñas británicas, mientras los valores, la cultura, la historia británica desaparecían. La Elizabeth plebeya va a esforzarse para que esos violadores tengan refuerzos, al mismo tiempo que mata a sus compatriotas de frío para apoyar una guerra que no les incumbe ni beneficia. Todo por el bien de la democracia liberal.