La antigua Escandinavia era un lugar singular en Europa. Temida por difundir las tropelías de las bandas vikingas; rechazada por su clima; marginada por sus costumbres y tradiciones; fue el último lugar de Europa en ser alcanzado por el cristianismo. Pero tenía sus virtudes. Las tres regiones que la conforman Noruega, Suecia y Dinamarca compartían estructuras legales y administrativas que facilitaban las relaciones internas y aún las invasiones entre ellas. Compartieron un paganismo poco difundido, un cristianismo ferviente y un protestantismo feroz. Hacia el siglo XIV compartían además un tronco familiar común de las casas reinantes. Eric, Duque of Södermanland se casó con Ingeborg de Noruega fundando una dinastía que uniría toda Escandinavia bajo una sola corona.
Su hijo fue el rey Magnus IV de Suecia, y sus nietos fueron Haakon VI de Noruega y Eric XII de Suecia. Pero la reunión de los reinos le correspondería a una mujer: Margarita I de Dinamarca, hija de Valdemar IV de Dinamarca.
Margarita nació en 1353 en el castillo de Vordingborg, la menor de seis hijos, del rey Valdemar IV y la reina Helvig. Sus hermanos incluían dos mayores, Cristóbal, duque de Lolland, e Ingeborg, duquesa de Mecklenburg; y otros tres que murieron en la infancia. Su padre la comprometió a la edad de seis años con Haakon VI de Noruega para formar una alianza y poner fin a una guerra. Con este matrimonio se completaba el linaje único escandinavo. En 1356 el rey sueco Magnus, decidió cogobernar con su hijo Erik, que moriríatres años después colocando a Haakon de Noruega en posición de heredar a la muerte de Magnus. Sin embargo no sería así.

Las líneas reales entrelazadas de estos tres reinos favorecían que cada monarca pretendiese hacer valer sus derechos sobre los otros. Las similitudes en la jurisprudencia también facilitaban la conquista. Este era el juego político en el que vivía Margarita y que llegó a jugar extremadamente bien durante décadas.
El pequeño reino peninsular vivía perpetuamente bajo la amenaza de guerra entre Suecia y Noruega. Las líneas reales entrelazadas de estos tres reinos favorecían que cada monarca pretendiese hacer valer sus derechos sobre los otros. Interacción favorecida porque los tres reinos empleaban un sistema legal integrado y tenían una conexión cultural muy estrecha. Las similitudes en la jurisprudencia también facilitaban la conquista. Este era el juego político en el que vivía Margarita y que llegó a jugar extremadamente bien durante décadas.
En el momento del nacimiento de Margarita, Dinamarca estaba sumida en la guerra y la enfermedad. Era uno de los reinos más peligrosos de Europa para vivir. La peste había matado a la mitad de la población de Escandinavia, incluida buena parte de la familia real.
Se casó en 1363 cuando ella tenía diez años y él veintitrés. Margarita pasó sus primeros años de casada bajo el cuidado de Marta Ulfsdottir, hija de la mística y fundadora monástica Santa Brígida, y no actuó en la corte hasta los 16 años.
Aprendió religión, política y modales reales. Y, como Brígida era una especie de celebridad internacional, también le proporcionó a la joven Margarita noticias y conocimientos sobre los acontecimientos políticos de Escandinavia y el contacto con sus gobernantes más poderosos e influyentes. También fue un momento tumultuoso para la joven princesa. Cuando murió su hermano mayor, el duque Cristóbal, comenzó una crisis de sucesión. En el mismo año, el padre de Margarita, Valdemar cedió gran parte de su control sobre Dinamarca frente a la Liga Hanseática. Esta confederación de ciudades alineadas con los Estados del norte de Alemania, habían conquistado gran parte de las tierras más valiosas de Suecia. Valdemar se vio obligado a capitular tras una desastrosa guerra en la que sufrió fuertes pérdidas territoriales.
Al año siguiente 1364, el rey Magnus fue destituido del trono por intervención de la Liga Hanseática, y sucedido por Alberto III de Mecklemburgo. En medio de todo, Margarita de 17 años, dio a luz a su primer y único hijo, Olaf.
La plaga azotaba con toda su fuerza, y la joven Margarita fue testigo del colapso de las instituciones básicas dentro del reino danés y de toda Escandinavia. Debido al enorme número de muertes, las cosechas enteras se pudrieron en los campos porque no había suficientes manos para cosecharlas. Las parroquias fueron abandonadas porque ningún clero podía atenderlas. La pobreza y el hambre eran omnipresentes. Margarita le escribió a Haakon rogándole provisiones básicas para ella y sus sirvientes: «Debe saber, mi señor, que mis sirvientes y yo sufrimos y tenemos una gran necesidad por la falta de comida y bebida, de modo que ni ellos ni yo obtenemos los artículos de primera necesidad. Y por eso te suplico que encuentres alguna salida para que mejoren las cosas y que los que están conmigo no me dejen por hambre.”
Poco después, en 1375 el padre de Margarita moría. El hijo de la hermana mayor de Margarita, Ingeborg, fue nombrado heredero del trono danés. Pero Ingeborg, consciente de la capacidad de gobierno de su hermana, convenció a los nobles daneses de que eligieran a su hijo Olaf y a Margarita como regente. Esta fue una ruptura con la sucesión real, ya que Ingeborg era la hija mayor. Los nobles, sin embargo, estaban dispuestos a ceder a sus deseos porque no les gustaba el marido alemán de Ingebord, que estaba vinculado a la Liga. El norte de Alemania estaba en fuerte conflicto político con Dinamarca. Cuando Olaf, de cinco años, fue elegido, Margarita se convirtió en su regente. Cinco años más tarde, en 1380, fue coronado rey de Noruega tras la muerte de Haakon, y Margarita supo convertirse en gobernante de facto de ambas naciones a la edad de 27 años.
Su poder se expandió en 1387 cuando Olaf murió repentinamente a la edad de 17 años. Margarita consiguió ser elegida como regente de Noruega y Dinamarca, ya que de todos modos había gobernado ambas tierras durante años. No era característico otorgar tal poder a una reina, pero Escandinavia tenía una historia de meritocracia muy fuerte entre sus monarcas, más que la que nunca se vería en el sur de Europa, y la clase noble favorecía a Margarita por su eficaz habilidad política y diplomática.

Como la primera mujer gobernante de una Escandinavia unida, hubo muchos que se opusieron a su gobierno, sobre todo la realeza que había sido superada por su habilidad política superior.
En sus enfrentamientos con Alemania logró imponerse y retomar Schlewswig de los condes de Holstein-Rendsburg. Ahora tenía el territorio de Dinamarca consolidado y era libre de centrar su atención en Suecia, donde los nobles se rebelaban contra su impopular rey Alberto III. Le informaron a través de canales diplomáticos secundarios que si podía obligarlo a abandonar el trono, le jurarían lealtad como regente. Con semejante oferta Margarita rápidamente invadió Suecia en 1388 y venció.
El monarca sueco derrotado se vio obligado a reconocerla como «Señora soberana y gobernante» en una conferencia celebrada en el castillo de Dalaborg. Aceptaron todas sus condiciones y acordaron reconocer al rey que ella nombrara en el futuro. Como la primera mujer gobernante de una Escandinavia unida, hubo muchos que se opusieron a su gobierno, sobre todo la realeza que había sido superada por su habilidad política superior.
El depuesto Alberto era un gran perdedor y se refirió a ella como «Rey sin pantalones» antes de su intento fallido de recuperar Suecia con un ejército de mercenarios de Mecklenburg. Su último paso fue tomar Estocolmo, en ese momento una ciudad mayoritariamente alemana, donde finalmente se rindió en 1398. Vio desmoronarse su base de poder y fue arrojado a la prisión de Aasle.
El reinado de Margarita resultó ampliamente aceptado por la nobleza y los súbditos de Escandinavia, aun cuando una mujer monarca era un evento sin precedentes en el norte de Europa. Pero su capacidad y logros no daban lugar a ningún rival.
Margarita ya había demostrado su capacidad para gobernar como un déspota ilustrado –adelantada a muchos de su tiempo-. Había gobernado de manera astuta y muy competente, y evitaba rebeliones o desórdenes civiles manteniendo a la nobleza firmemente controlada.
Se mantuvo neutral en los asuntos que no beneficiaban al reino, pero no tuvo reparos en recuperar las tierras que Dinamarca había perdido en generaciones anteriores. Lo hizo por medios tanto pacíficos como militares, con poca o ninguna preferencia de unos sobre los otros.
Obtuvo posesión de Schleswig comprándoselo a Alberto de Mecklenburg y la Orden de Livonia. Cientos de Estados cayeron bajo el control de la corona. También reformó la moneda danesa, reemplazando las antiguas monedas de cobre por plata.
Gran parte de la sociedad escandinava estaba satisfecha con su gobierno competente, pero no contenta con vivir bajo un monarca femenino indefinidamente. Se esperaba que Margarita proporcionara un rey para cada uno de sus tres reinos que fuera pariente de cada una de las tres antiguas dinastías, que virtualmente eran una. En 1389 les arrojó un hueso y proclamó rey de Noruega a su sobrino nieto Eric. Los nobles le confirieron este título, aunque pasaron otros siete años antes de que fuera proclamado rey en Suecia y Dinamarca. En 1401 fue declarado mayor de edad y tomó oficialmente el trono, pero como era de esperarse Margarita actuó como regente no oficial por el resto de su vida.

Margarita continuó gobernando en lugar de su joven sobrino para alcanzar su objetivo principal: nombrarlo gobernante de los tres reinos para reunir a Suecia, Noruega y Dinamarca bajo una sola bandera. Esta unión nórdica se formalizó el 17 de junio de 1397 mediante el Tratado de Kalmar.
Margarita continuó gobernando en lugar de su joven sobrino para alcanzar su objetivo principal: nombrarlo gobernante de los tres reinos para reunir a Suecia, Noruega y Dinamarca bajo una sola bandera. Esta unión nórdica se formalizó el 17 de junio de 1397 mediante el Tratado de Kalmar, firmado en un castillo en la costa norte de Suecia. Estipuló una unión eterna entre los tres reinos junto con Islandia, Groenlandia, Islas Feroe, Shetland y Orkney. Duró formalmente hasta 1523 y cubría un territorio de 3.000.000 de kilómetros cuadrados, una cantidad de tierra impresionante; incluso si gran parte estaba cubierta de hielo y era inhabitable.
Si bien a Margarita no le gustaban las cláusulas que permitían que cada reino conservara la posesión de sus propias tierras, costumbres y administración, entendía el poder del compromiso. La unión fomentó la estabilidad y la cooperación política, social, militar y económica.
Sin embargo, hubo señales de que el acuerdo no estaba destinado a durar. Los sellos danés y noruego no se adjuntaron al documento, dejando el futuro en juego después de elegir a Erik como el próximo líder de la dinastía.
Si bien cada Estado mantuvo su independencia, los tres no eran soberanos, para disgusto de Margarita. Ella siempre deseó una unión más fuerte entre los Estados para aumentar su fuerza colectiva. Conocía la historia reciente de Inglaterra y su éxito en la consolidación de reinos débiles en un solo reino unido. Margarita quería que Escandinavia proyectara el mismo nivel de poder en Europa y se convirtiera en un actor importante en la creciente esfera política internacional. Sin embargo, tal unión nunca llegó a realizarse, y la reina lo lamentó profundamente.
Margarita continuó con el trabajo de su padre de elevar la posición social, económica y política de Dinamarca entre los demás reinos europeos. Escandinavia siempre había sido una especie de gueto en el continente. Había estado culturalmente aislado del resto de Europa durante mil años, desarrollando su propio panteón de dioses distintivos de la mitología romana y griega. Zeus y Hera fueron figuras de estudio populares durante el Renacimiento, pero Odín y Thor no. Fue una de las últimas áreas en ser cristianizadas y había amenazado a sus vecinos del sur con invasiones vikingas en siglos pasados. Los ataques desde el norte habían cesado hace mucho tiempo, pero los Estados nórdicos seguían condenados al ostracismo por el sur.
Margarita reparó su mala reputación. Ella aumentó su posición a través de la expansión de los programas sociales en el Siglo XIV que había comenzado su padre. Hizo destruir castillos privados y prohibió las guerras no autorizadas para mantener el monopolio del poder y disminuir la anarquía que se filtraba fuera de Escandinavia y hacia el sur. Margarita estandarizó el sistema legal al fortalecer la corte real. También donó grandes cantidades de dinero a la Iglesia Católica, aunque no se sabe si lo hizo como un medio de control sobre la religión del estado, un acto sincero de piedad o una mezcla de los dos.