Santiago Abascal, presidente del partido político español Vox, señala como “la derechita cobarde” a los moderados del Partido Popular. La expresión sirve para caracterizar perfectamente esas supuestas derechas que siempre tienden al centro político, que nunca están dispuestas a ir más allá. En sí, la tendencia hacia la moderación es algo muy natural. Nadie quiere ser clasificado de extremista, no hay nada malo con este sentimiento. El único problema es lo que se cree que es normal hoy.
Muchos republicanos anti-Trump anhelan el día en que puedan retomar su partido y expulsar las desviaciones populistas de la ortodoxia que tanto los irritan. Y las mismas fisuras que plagan al Partido Republicano aparecen prácticamente en todas las demás democracias liberales modernas. Los partidos nacionalistas y populistas han crecido en la última década porque la gente mayoritariamente es patriota, tradicionalista, pro-autocracias. Esto es algo natural y razonable. Pero es algo malo para la democracia liberal, nuestro sistema actual. Por suerte para las elites que nos gobiernan, y para nuestro detrimento, tienen el método de contención perfecto que presentan como la posición más lógica, pragmática y moderada: la centro-derecha.

Nuestro verdadero enemigo en el sistema político no es la izquierda, sino la derecha institucional. Ellos son los que convierten el descontento social generalizado en una política compatible con el régimen que refuerza el statu quo.
Claro está, no estoy diciendo que deberíamos ignorar a los “zurdos” pero no vamos a poder vencerlos completamente sin deshacernos de nuestro obstáculo más grande. Es muy importante entender que nuestro verdadero enemigo en el sistema político no es la izquierda, sino la derecha institucional. Ellos son los que convierten el descontento social generalizado en una política compatible con el régimen que refuerza el statu quo.
Esto es un argumento que admiten sin pudor. En el paper Center-Right Political Parties in Advanced Democracies (https://doi.org/10.1146/annurev-polisci-090717-092750 ) de Noam Gidron y Daniel Ziblatt, los autores abiertamente dicen que «los partidos de centro-derecha cohesionados han facilitado la estabilidad política y los compromisos, mientras que su desintegración ha dado poder a los aspirantes radicales«. En otras palabras, lo único que detiene la ascendencia política de partidos radicales no es que la gente no se siente atraída por sus ideas, sino que la centro-derecha está ahí para captar ese voto. Se ha destacado que un alto nivel de polarización propicia la irrupción de partidos radicales o extremistas, así como el debilitamiento de la legitimidad y la estabilidad del sistema político (Giovanni Sartori, 2005, Parties and Party Systems, Colchester, ECPR Press) pero la evidencia muestra que es la moderación de la centro-derecha la que retiene a la derecha radical y debilita la legitimidad porque la gente quiere una verdadera derecha.
Pero Gidron y Ziblatt mencionan de una manera aún más abierta que «el éxito de la derecha radical populista -y, posiblemente, la estabilidad de la propia democracia- no puede entenderse sin tener en cuenta las opciones y estrategias de los partidos de centro-derecha mainstream«. Obviamente, esa democracia de la que están hablando no es lo que pide la gente, sino que es la democracia liberal. Ellos saben que la gente no quiere vivir bajo este sistema (ya hablé previamente en https://faroargentino.com/2022/05/la-democracia-iliberal/ ). Las élites saben que su verdadero enemigo es la derecha radical, somos aquello a lo que le temen. Ni al libertarismo, ni al comunismo, sino al patriotismo/nacionalismo.
Recientemente, el establishment de la Unión Europea y de Estados Unidos han permitido la existencia de la derecha tradicional, les han permitido a los «conservadores» y a la centro-derecha gozar de pequeñas victorias. La decisión positiva de anular Roe vs Wade en Estados Unidos; el cierre de la clínica Tavistock (https://www.spectator.co.uk/article/good-riddance-to-the-tavistock ) en Gran Bretaña, único centro de salud público habilitado para el tratamiento de cambio de género infantil; la caída de Mario Draghi en Italia; el rechazo parlamentario a la institucionalización del pase sanitario en Francia. Muchos dirán que son grandes victorias, sobretodo la anulación del aborto a nivel federal en EEUU; pero cabe recordarles a los que dicen estas cosas que el partido conservador del Reino Unido ha gobernado durante casi 13 años consecutivos; el Partido Republicano en Estados Unidos controla 28 de los 50 Estados, la mayoría de las cámaras altas y bajas estatales y la Corte Suprema de Justicia es abrumadoramente conservadora; el Partido Liberal de Australia (que es de centro-derecha) gobernó durante 9 años hasta hace apenas dos meses. Irlanda ha sido gobernada por el partido de centro-derecha Fianna Fáil durante 14 de los últimos 23 años y muchos países europeos continentales como Noruega y Austria han tenido un gobierno conservador de centro-derecha durante la mayor parte del tiempo desde el año 2000. Hasta en la inestable Italia, donde ningún gobierno supera en promedio los trece meses, el Gobierno que gozó de mayor duración fue el de Forza Italia (de centro-derecha), por un total de tres años y diez meses consecutivos.
Después de tanto tiempo bajo gobiernos nominalmente de «derecha» ¿lo único que pueden señalar como victorias son pequeñas cosas y nada comparado con el avance irrefrenable de todas las formas de progresismo, feminismo, wokismo, etc.? Todos estos datos sólo, en las palabras del previamente mencionado paper, «apuntan a la capacidad condicional de los partidos de centro-derecha cohesionados para contener sus elementos más radicales«.

Después de tanto tiempo bajo gobiernos nominalmente de «derecha» ¿lo único que pueden señalar como victorias son pequeñas cosas y nada comparado con el avance irrefrenable de todas las formas de progresismo, feminismo, wokismo, etc.?
El simple hecho que la gente siga votando a estos partidos demuestra que quieren una verdadera derecha, pero, frente a la falta de alternativas, votan a estas falsas derechas. Irónicamente, los “liberales” (en el sentido norteamericano) asustados de la derecha cobarde lo ponen muy claramente en su paper, «las fracturas en la centro-derecha pueden desplazar el equilibrio ideológico desde el pragmatismo hacia el radicalismo de la derecha«. La derecha radical debe vencer completamente a esta derecha cobarde.
Un aspecto importante, que cabe resaltar una y otra vez, es que la derecha radical no es extremista. Se opone al liberalismo porque defiende posiciones que no son las que la gente mantuvo durante la mayor parte de la historia. Los extremistas son los liberales. Uno de los engaños más grandes es que la democracia liberal es un sistema moderado, pero no hay nada más lejos de la realidad. Nuestro sistema actual es uno de los más intolerantes y más totalitarios de la historia. Ilustrado brillantemente en la «paradoja de la tolerancia» de Karl Popper, de la cual habló en su libro La sociedad abierta y sus enemigos donde defiende a la democracia liberal (recordemos que el libro también inspiró el nombre para Open Society Foundations de George Soros).

El liberalismo moderno ha cedido hace mucho tiempo todos sus valores y principios a esta derecha cobarde, y se ha convertido simplemente en la negación de la misma, y por lo tanto está completamente gobernado por ella, sin voluntad propia, un cadáver sin vitalidad.
La paradoja básicamente se puede reducir a que: la democracia liberal es tolerante, pero no puede ser totalmente tolerante, porque puede llegar a aparecer alguien que esté en contra de la democracia liberal: un intolerante; por lo tanto, lo único con lo que tenemos que ser intolerantes es con la intolerancia en sí. Los lectores más perceptivos se habrán dado cuenta de que también se podría reducir a: somos tolerantes con cualquier cosa, mientras sea democracia liberal. Cualquier cosa que no sea liberalismo es intolerante, es el enemigo de la sociedad libre. Exacto, la sociedad liberal es tan libre y tolerante que sólo puede tolerarse a sí misma. Este sistema que asesina a miles de niños antes de nacer, que presenta a la degeneración sexual dirigida a menores como “libre expresión”, que está abiertamente sustituyendo a sus poblaciones con inmigración masiva no es moderado. Estar completamente asqueado con este sistema y querer reformarlo es la posición sana y normal.
El liberalismo moderno ha cedido hace mucho tiempo todos sus valores y principios a esta derecha cobarde, y se ha convertido simplemente en la negación de la misma, y por lo tanto está completamente gobernado por ella, sin voluntad propia, un cadáver sin vitalidad. Por eso es fundamental entender que nuestro principal adversario, y dique que detiene a la inundación de radicalismo de derecha, es la centro-derecha y por eso es el verdadero enemigo.