Economía

El HUMO político consume nuestro oxígeno

Todas demostraciones de estar fuera de foco e interesado solamente en el poder mientras los problemas de la gente -que la misma política ha generado-, son de último orden.

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Los recambios en el Ministerio de Economía después del desplante de Guzmán, se iniciaron con el ingreso de Silvina Batakis a esa repartición. Sin embargo, su corta gestión generó más memes por sus declaraciones descabelladas que medidas que pudieran fijar un rumbo hacia la salida de este desaguisado estatal. De todos modos, el sentido común y los economistas ortodoxos, no habían puesto en ella mayores expectativas por sus antecedentes. Entre ellos, su paso por el Ministerio de Economía de Scioli cuando éste último fuera el gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Su gestión, entre otras cosas, incluyó cargas impositivas a la producción, a zonas urbanas y entregó las cuentas con rojos mayúsculos.

Massa, asumió con fiesta y cánticos de adeptos y cortesanos cuando la situación alarmante de una inflación de 7,4% mensual, una pobreza de más del 40% llamaría más a la seriedad, la prudencia, la sobriedad y hasta al vértigo.

Antes que se cumpliera un mes en el cargo, a Batakis la sucedió Sergio Massa, quien hasta el momento fuera Presidente de la Cámara de Diputados. Massa, asumió con fiesta y cánticos de adeptos y cortesanos cuando la situación alarmante de una inflación de 7,4% mensual, una pobreza de más del 40%, el Banco Central quebrado y vencimientos de deuda pública agobiante, llamaría más a la seriedad, la prudencia, la sobriedad y hasta al vértigo. Incluso Massa destinó tiempo y atención a la infantil maniobra de pedir en privado a las producciones de medios de comunicación afines, que sea llamado “superministro” e instalar el tema durante varios días para luego, en la primera presentación de sus anuncios de medidas, él pueda rematar la maniobra con una actuación de falsa modestia y pedir públicamente no ser llamado así. Insólito. Todas estas son demostraciones de estar fuera de foco e interesado solamente en el poder mientras los problemas de la gente -que la misma política ha generado-, son de último orden.

Y Massa, en los hechos, así lo ha demostrado. Luego de un mes, dio suficientes señales de que no pretende ninguna medida de fondo y que está dedicado y decidido a comprar tiempo político. En el plano fiscal, propone un tímido ajuste de 1% del PBI cuando el déficit total supera el 9%. Pero, lo peor de todo es que el ajuste es nuevamente al sector productivo mediante tarifazos y más carga impositiva.

Otro de los anuncios fue referido a los Adelantos Transitorios para financiar al Tesoro Nacional, los cuales han contenido últimamente cifras escandalosas. Sobre eso, Massa se comprometió a suspenderlos y a devolver 10.000 millones. Claro, para el común de los mortales, son cifras enormes pero, si tenemos en cuenta que en un solo mes la emisión fue de más de 1 billón de pesos, de los cuales 400.000 millones fueron a financiar el Tesoro, lo dicho por Massa es un chiste de mal gusto.

Anunció también congelamiento de la planta de empleados de la administración del Estado y comprometió realizar controles para asegurar su cumplimiento. Tengo mis dudas que eso se cumpla. En cualquier caso y para dar un ejemplo, si una pileta de un club está abarrotada de gente porque han duplicado su capacidad, no parece ser una solución de fondo la de suspender el ingreso de bañistas adicionales.

El canje de deuda en pesos del Estado consiste en seguir evitando los problemas y postergando su resolución para el futuro. La operación trata de que los tenedores de esos activos, estén tentados a renovar su inversión en condiciones atractivas desplazando otras opciones de mercado y los riesgos de default implicados. El flamante ministro anunció ya tener acuerdos de canje en un 60%, otro insulto a la inteligencia de sus interlocutores ya que, esa proporción, está cubierta por inversores dependientes del gobierno: BCRA, otros bancos públicos, los fondos de garantía del ANSES, etc.

Hace más de 20 años, el comercio exterior se ha transformado en el preferido paso obligado que tiene la rapiña estatal para hacerse del fruto del trabajo ajeno. Con tipos de cambio especiales, el gobierno se dedicó y se dedica a desvalijar exportadores a través de la única ventanilla para liquidar sus ventas al exterior.

Massa, cuidando sus palabras adelantó detalles sobre la ejecución de lo que en buen romance es un tarifazo gigantesco. La idea es alivianar la carga de los subsidios a los números de las cuentas públicas. Hay que terminar con los subsidios, sin embargo, la recalibración de los contratos de las empresas de servicios resulta una transición más inteligente a efectos de que el impacto no se concentre en el bolsillo del trabajador, quien ya debe afrontar una considerable pérdida de su poder adquisitivo debido a la emisión monetaria.

Hace más de 20 años, el comercio exterior se ha transformado en el preferido paso obligado que tiene la rapiña estatal para hacerse del fruto del trabajo ajeno. Con tipos de cambio especiales, el gobierno se dedicó y se dedica a desvalijar exportadores a través de la única ventanilla para liquidar sus ventas al exterior. La actividad agropecuaria, que aporta una significativa cuota es permanentemente esquilmada; no sólo mediante tipos de cambio expropiatorios sino también a través de una carga impositiva inaudita y manotazos extras con lo que han dado en llamar “retenciones”. Es alarmante percibir que, el común denominador de la gente, ya habla de los dólares del campo desde la óptica fiscal o desde la mirada de la propiedad colectiva. Massa, no fue la excepción y habló con la pedantería propia del constructivista, del ingeniero social y como administrador mussoliniano de vidas y patrimonios.

Como si se tratara de buenas noticias, no faltó el anuncio de toma de más deuda pública. Sin embargo, la gente ya percibe que dicha deuda recae en ella, en sus hijos y en las futuras generaciones y que Massa sólo pretende comprar tiempo electoral, aun sabiendo que le pone más trotil a la bomba. Esta torpeza, en la que se vuelve a caer para cubrir faltantes de caja, sería como, en la economía personal, tomar un adelanto de efectivo de la tarjeta de crédito para pagar el vencimiento de la misma. En algún momento, la dilación del problema de quien gasta más de lo que tiene llega a su fin. O termina con la casa embargada o, si el préstamo fue tomado de la persona equivocada, en una zanja y un tiro en la cabeza. La diferencia del deudor particular, es que él es quien sufre las consecuencias de sus actos. La deuda estatal no la paga quien la contrajo sino sus ciudadanos, incluso quienes aún no nacieron y quienes no han votado al gobierno que se endeuda.

El apartado que el actual Ministro de Economía denomina “inclusión” lo dedicó a anunciar el otorgamiento de unas migajas extras como pago diferido a los jubilados. Esa concreción posdatada fue calculada astutamente ya que, para entonces, quedará devorada por la inflación, al igual que los salarios reales.

El clientelismo pivoteó durante muchos años en los planes de asistencia social que terminaron por destrozar la dignidad de las personas, la cultura del trabajo y logró una asimetría corrosiva en los incentivos del que trabaja y el que no lo hace. La absoluta desaprensión de Massa por esto quedó en evidencia con una enunciación del tema absolutamente superficial y que además develó aristas preocupantes que hizo levantar las cejas a más de uno.

El clientelismo pivoteó durante muchos años en los planes de asistencia social que terminaron por destrozar la dignidad de las personas, la cultura del trabajo y logró una asimetría corrosiva en los incentivos del que trabaja y el que no lo hace.

Tampoco se le puede pedir mucho a Massa debido a que, antes de asumir, estaba ya condicionado por una falta total de credibilidad política de este gobierno. La credibilidad se construye con la reputación y, el gobierno comandado por Cristina Kirchner, se ha encargado durante todo este tiempo de estar del lado del imperio del Estado y su máquina de despedazar stocks de capital, del derecho relativo de la propiedad, de las políticas internacionales favorables a cuanta oscura tiranía reine y ayudar a mantener la indecorosa marca mundial de ser el máximo defaulteador soberano.

En resumen, el poco ajuste que se intenta, recae sobre el bolsillo del ciudadano. Es el ajuste que siempre se ha dado en la Argentina cuando los números del gasto público no cierran. Llevará a repetir notorios fracasos de nuestra historia económica e incrementará la carga a un pesado carro de ruedas cuadradas del que el trabajador privado tira en un barro espeso de regulaciones e impuestos. El carro productivo se mueve cada vez más lento por la carga del 60% de los argentinos que cobran un cheque del Estado y debido a que todos los días, más de 100 jóvenes no están dispuestos a desperdiciar su vida y dejan el país. Hace ya muchos años que el sector privado sostiene a un sector público paquidérmico que, lejos de ponerse a dieta, incrementa su adiposidad de forma exponencial.

Históricamente en la Argentina, los gobiernos no sólo no cumplieron sus funciones específicas, sino que se expandieron sin razón asfixiando cada vez más las actividades privadas. Otro es el camino que la Argentina necesita y es una profunda reforma del Estado y un ajuste sustancial de su gasto. Si realmente pretendemos un cambio, no hay que cometer el error de hacer pequeños cambios pour la galerie, sino ejecutar recortes estructurales de raíz teniendo en cuenta la sincronía y las conexiones del ajuste.

El sentido común y la economía familiar no siguen criterios diferentes a los criterios que deben aplicarse en la administración de la hacienda pública. Si en una casa de familia los gastos superan los ingresos, se debe recortar dispendio rápidamente. Es momento de que la política argentina entienda de una buena vez que el Estado no genera ingresos y que todo gasto público implica una postergación de proyectos y sueños familiares de individuos que pagan impuestos. Por consiguiente, los gobiernos deben hacer el menor daño posible limitando su radio de acción a las actividades que le competen y aplicando un riguroso criterio de optimización.

Históricamente en la Argentina, los gobiernos no sólo no cumplieron sus funciones específicas, sino que se expandieron sin razón asfixiando cada vez más las actividades privadas.

Es imprescindible también tener en claro que el problema no es el déficit sino el gasto, de otro modo, nos limitaríamos solo a evitar rojos contables en la gestión pública en lugar de atacar el problema de fondo. Como decía Milton Friedman, es preferible tener un mayor déficit respecto de un gasto público pequeño a tener cuentas fiscales que cierran en el marco de un gasto público asfixiante.

La Argentina tiene en 2023 la gran oportunidad de restablecer la tendencia hacia la libertad. Aspiro a que seamos capaces de retomar la senda de fines del siglo XIX y principios del siglo XX que fue producto de la comprensión y adopción de las ideas de Juan Bautista Alberdi y la Generación del ‘37.

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