Economía

Ya fue suficiente

Ya fue suficiente con la excusa de emergencia para saquearnos, la única emergencia real es frenar la brutalidad impositiva del Estado argentino.

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Milton Friedman acuñó una frase que parece haber sido dicha para la República Argentina: “Nada es más permanente que una medida transitoria del gobierno”. Es que el país debe tener el récord mundial Guinness de “mayor tiempo en emergencia económica”. Viajemos a un siglo atrás.

La economía había vuelto a crecer alrededor de 1918, aunque sin la fortaleza de décadas anteriores, hasta que en 1929 golpeó de lleno la Gran Depresión. Desde este momento, Argentina fue impactada por conflictos económicos y también políticos, no sólo externos sino internos, con salida de divisas, recesión y desempleo. En 1932, dada esta situación económica se creó el Impuesto a los Réditos como un “gravamen de emergencia nacional” que iba a durar hasta 1934. Este impuesto todavía está en vigencia hoy, sólo que lo conocemos como Impuesto a las Ganancias.

En agosto de 1991 se aprobó el Impuesto a los Bienes Personales, que iba a tener vigencia hasta 1999. Por supuesto, la situación en 1999 no estaba, a criterio de los legisladores, para andar bajando impuestos así que lo fueron posponiendo hasta llegar a la actualidad, aún con el impuesto en vigencia.

En el 2002, el Impuesto a las Ganancias recaudó, por ejemplo, 8.920 millones de pesos. En 2011, el impuesto ya recaudaba 12 veces más, $108.600 millones, con un incremento real del 882%. Para 2016, ya cuadriplicaba la recaudación, totalizando 432.900 millones de pesos. Finalmente, el cierre de 2021 se volvió a multiplicar por 5,5 y totalizó 2.3 billones de pesos. En resumen, entre 2002 y 2021, la recaudación de Ganancias creció más de 25.000% (25 mil por ciento) contra una inflación de más del 6.700%. En ese tiempo, pasó de representar 16% de la recaudación total al 19,7%.

Otro caso de las incontables emergencias del país tiene que ver con el Impuesto a los Débitos y Créditos, popularmente conocido como “Impuesto al cheque”, que grava con el 0,6% todas las acreditaciones y débitos de las Cuentas Corrientes y, de Caja de Ahorro sólo las acreditaciones de cheques. En 2002, la recaudación de este impuesto marcó un total de 4.587 millones, aportando el 8,7% de la recaudación. En 2011, se incrementó casi 8 veces, llegando a 36.200 millones de pesos y representando el 6,2% de la recaudación. Para 2016, creció casi 4 veces y llegó a 131.700 millones de pesos de recaudación total. Esta vez, representó 5,8% del total recaudado. Al finalizar 2021, la recaudación del Impuesto a los Débitos y Créditos se había multiplicado 164 veces respecto del 2002, llegando a los 750 mil millones, nuevamente creciendo 3 veces más que la inflación del período. Entre 2002 y 2021, este impuesto pasó de representar el 8,7% de la recaudación al 6,3%.

En agosto de 1991 se aprobó el Impuesto a los Bienes Personales, que iba a tener vigencia hasta 1999. Por supuesto, la situación en 1999 no estaba, a criterio de los legisladores, para andar bajando impuestos así que lo fueron posponiendo hasta llegar a la actualidad, aún con el impuesto en vigencia. En 2002, recaudó 523 millones de pesos representando el 0,94% de la recaudación total. Para 2021 la recaudación se había multiplicado 532 veces hasta llegar a 278 mil millones de pesos, representando el 2,35% de la recaudación total.

Esto nos habla de la injusticia de nuestro sistema tributario. El 28,35% de la recaudación nacional está basada en 1) un impuesto que grava la bancarización; 2) un impuesto que grava el sueldo de las clases medias; y 3) un impuesto que grava el patrimonio. Los tres entorpecen la producción y el progreso. Sumado a esto, otra cara de la injusticia de nuestro sistema tributario se encuentra en la inflación, dado que estos tres impuestos crecieron en promedio 5 veces más que los precios. Esta situación se logró castigando seriamente a los contribuyentes, dado que las escalas y mínimos no imponibles no se actualizaron con inflación en gran parte del período analizado, provocando serias distorsiones y la inclusión de miles de contribuyentes que no deberían pagar.

Esto nos habla de la injusticia de nuestro sistema tributario. El 28,35% de la recaudación nacional está basada en 1) un impuesto que grava la bancarización; 2) un impuesto que grava el sueldo de las clases medias; y 3) un impuesto que grava el patrimonio. Los tres entorpecen la producción y el progreso.

¿No fue suficiente? ¿Cuántos años de emergencia vamos a soportar los contribuyentes?

Estos 3 impuestos deben ser prorrogados este año. Si realmente gravara las ganancias de empresas por un valor, por ejemplo, superior a los 5 millones de dólares y no incluyera, por efecto inflacionario, a los salarios de las clases medias, el Impuesto a las Ganancias podría seguir existiendo, aunque por supuesto con una alícuota mucho más baja. El impuesto a los Débitos y Créditos no tiene razón de ser en una economía donde cada vez es más complicado estar fuera del sistema bancario. Bienes Personales tampoco tiene lugar, dado que el dinero utilizado para comprar los bienes gravados por este tributo, ya pagaron impuestos cuando se pagó Impuesto a las Ganancias, más allá de la poca recaudación que le aporta a las arcas estatales.

Sin embargo, la discusión de la extensión de Bienes Personales es casi teatral. En el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional se puede leer que Argentina afirma que “se esperan nuevas mejoras para garantizar que las valoraciones inmobiliarias reflejen mejor los valores reales. Para ello, y en estrecha coordinación con los gobiernos provinciales, completaremos el proceso de actualización de las valoraciones inmobiliarias a nivel federal para finales de septiembre” para que puedan contabilizarse en las recaudaciones del año fiscal 2022. Este acuerdo, con estas palabras, fue aprobado por los dos partidos mayoritarios de Argentina: Juntos por el Cambio y el Frente de Todos. No es muy razonable que ahora ese mismo Congreso vote para eliminar este tributo, que es una de las bases del incremento de ingresos que el país le prometió al FMI. El oficialismo y la oposición mayoritaria, nuevamente unidos para saquear al contribuyente. Se engaña a la población con el término “equilibrio fiscal”, dado que a ese equilibrio o déficit fiscal cero se puede llegar ajustando los gastos o incrementando los ingresos. La historia reciente demuestra que, para no tocar los intereses de sus votantes, recurren al aumento de impuestos y castigos a los que producen para arribar a esa meta. Todo esto con el aval del Fondo Monetario Internacional. 

Para colmo de males, la flamante ministra de economía, Silvina Batakis se declaró “fiscalista” y afirmó que cree en el equilibrio fiscal. ¿Usted también tuvo escalofríos, señor lector? Hace bien, dado que siempre que alguno de estos miembros predilectos de este sistema que destroza a la gente que quiere producir y trabajar plantea estar a favor del déficit cero, el bolsillo del contribuyente está en peligro.

Se engaña a la población con el término “equilibrio fiscal”, dado que a ese equilibrio o déficit fiscal cero se puede llegar ajustando los gastos o incrementando los ingresos. La historia reciente demuestra que, para no tocar los intereses de sus votantes, recurren al aumento de impuestos y castigos a los que producen para arribar a esa meta. Todo esto con el aval del Fondo Monetario Internacional. 

Dejemos, entonces, de hablar de equilibrio fiscal. No existe un equilibrio si se llega a ese equilibrio destruyendo al sector que produce. Debemos entender de una vez que no existen “emergencias” sino desequilibrios económicos provocados por nuestra clase dirigente que después nos utiliza a nosotros, los contribuyentes, como fusible de ajuste para esquilmarnos a impuestos o licuarnos con la inflación que el mismo sistema genera. Ya fue suficiente con la excusa de emergencia para saquearnos, la única emergencia real es frenar la brutalidad impositiva del Estado argentino.

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