Ud. tiene dos corbatas, una roja y una azul. Si tiene puesta la corbata roja y de pronto hay un impuesto a las corbatas rojas, pues hoy tendrá que pagarlo, pero no volverá a ponérsela. De la misma manera, si avisan que a las corbatas rojas se les pondrá impuesto a partir de mañana, difícilmente la vuelva a usar. Y por supuesto, si a las rojas se les pondrá impuesto, ¿por qué no también a las azules? Así que probablemente tampoco utilice las azules y deje de usar corbatas.

El impuesto a los Bienes Personales es equivalente a un impuesto a la corbata que Ud. ya tiene puesta. Quien trabaja tal vez pudo ahorrar y compró algún bien. En Argentina, esos bienes están gravados. Dicho en forma más elegante, tenemos impuestos al capital, que en definitiva no es más que el ahorro acumulado.
Hay diversas formas posibles de poner un impuesto:
a) por lo que ya sucedió y b) anunciado con anticipación (antes que se ponga la corbata). Asimismo, puede ser temporario o permanente. Por lo tanto tenemos cuatro combinaciones posibles. Si el objetivo es aumentar la recaudación deben considerarse los bienes sustitutos (corbatas azules) y si todos desisten de corbatas de cualquier color, puede ser que se busquen otras formas de cobrar impuestos… y bien podrían ponerse impuestos a los zapatos.
El impuesto a los Bienes Personales es equivalente a un impuesto a la corbata que Ud. ya tiene puesta. Quien trabaja tal vez pudo ahorrar y compró algún bien. En Argentina, esos bienes están gravados. Dicho en forma más elegante, tenemos impuestos al capital, que en definitiva no es más que el ahorro acumulado. Este impuesto castiga a quien ahorró, a quien conserva parte de su capital en lugar de gastarlo y a quien espera producir más con máquinas o cualquier otra forma de “acumulación”. Es lo mismo que decir que hay impuesto al ahorro. Y ya sabemos que, si hay un impuesto a algo, su uso disminuye.
En Argentina no hay ahorro porque se lo castiga con impuestos, a pesar de que previamente se cobraron impuestos sobre el trabajo que permitió ese ahorro. Sin ahorro no hay inversión. Sin inversión no hay crecimiento. Los impuestos sobre el capital son perversos porque afectan la capacidad de producción actual y futura.
Sin embargo, los impuestos al capital son muy atractivos para los políticos: es muy fácil identificar donde están esos bienes ya que es una base gravable muy evidente. Asimismo, se dice que se está gravando “a los ricos” que son quienes tienen bienes. Nadie piensa que, con tanto impuesto al trabajo y al ahorro, es difícil dejar de ser pobre, y que los medios que lo permitirían están castigados con impuestos. No hay incentivos a ahorrar ni producir ni a modernizarse ni a innovar, ya que en todos esos casos ya sea los bienes o los resultados de esos bienes estarían gravados.

En Argentina no hay ahorro porque se lo castiga con impuestos, a pesar de que previamente se cobraron impuestos sobre el trabajo que permitió ese ahorro. Sin ahorro no hay inversión. Sin inversión no hay crecimiento.
La distorsión que implica este tipo de impuestos se nota en que afecta cierto tipo de bienes, y no otros. Prestarle al Estado está exento, pero si una persona invierte en una máquina paga impuestos.
Pronto tendremos una nueva oportunidad de plantear este tema, ya que vence la vigencia del impuesto a Bienes Personales. Creado en 1991 era “sólo” por 9 años. La historia es, como siempre, la de un impuesto transitorio, que subió y bajó al ritmo de los vaivenes políticos, pero que nunca fue realmente transitorio. Se le adicionaron “detalles” como tasas diferenciales según donde están los bienes o que las valuaciones no las hace el contribuyente, amén de tasas que son exorbitantes.
Ya sabemos que los impuestos temporarios se convierten en permanentes. Vienen y no se van. Aunque en algunas circunstancias pueden haber sido apropiados para paliar alguna crisis, al convertirse en permanentes pierden el objetivo inicial y –como todo impuesto- rápidamente distorsionan la base impositiva.

Toda la estructura fiscal debería estar en discusión. No desperdiciemos la oportunidad de discutir, aunque sea el impuesto a los Bienes Personales.
No se debería aprobar este impuesto ni ningún otro sin antes dar un debate de cuál es la estructura impositiva que permitirá a Argentina crecer. Lo relevante no es sólo si los impuestos son altos o bajos, sino sobre cual base imponible se aplican y quienes lo cobran. No tenemos competencia entre provincias y sin embargo, no es lo mismo que el impuesto sea nacional que provincial. Las provincias no tienen incentivos para bajar sus impuestos si total no recibirán más empleo ni más fábricas porque los impuestos son nacionales.
Además de falta de competencia fiscal, altos impuestos al trabajo, y al ahorro; por si fuera poco, tenemos un cúmulo de impuestos indirectos que “no se ven” como IVA e IIBB, otros directos como ganancias y muchos otros como aranceles que terminan formando parte de los precios. Seguramente habría mayor crecimiento y más consumo si los precios fueran más bajos sin esos impuestos, y la capacidad de ahorro sería mayor. Por otra parte, el argumento de que hay que financiar el gasto público no significa que tenga que ser con un sistema inflexible y oneroso.
Toda la estructura fiscal debería estar en discusión. No desperdiciemos la oportunidad de discutir, aunque sea el impuesto a los Bienes Personales. Por lo menos empecemos por lo que ya está a punto de vencer.