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Mujeres reales en guerra. Episodio III: Guerreras y Misoginia

El fin del Imperio Romano es considerado el inicio de la Edad Media, la llamada Edad Oscura que en realidad no lo fue tanto y pese a grandes esfuerzos en contra no pudo contener los avances femeninos. Ellas aprovecharon que la concepción de la guerra se expandió y les permitió ejercer su influencia en la guerra desde lugares distintos al combate. Pero también reaparecerán en el combate contra toda restricción.

ZNWBYA BAT ZABBAI, REINA GUERRERA DE PALMYRA (240-274)

Su nombre latino era Zenobia. Brillaba como socia militar de su esposo, Odenathus, un rey cliente de los romanos que había establecido su reino en Palmyra en la Siria moderna.

Siempre descrita como hermosa, inteligente y virtuosa, eligió una vida de acción desde temprana edad. Odenathus era un guerrero prestigioso e intrépido. Juntos hicieron muchas conquistas. Pero Zenobia era más temeraria en la guerra que su marido y más atrevida y eficaz en combate. Caminaba kilómetros con sus soldados y bebía con ellos sin emborracharse; la llamaban “el mejor hombre de los dos

Empero había un problema, Odenathus tenía un primogénito de un matrimonio anterior y heredero: Herodes. El hijo de Zenobia, Vaballathus, y ella misma se quedarían sin nada. Un día a Odenathus lo mató Maeonius, su primo, que luego fue asesinado por soldados de Zenobia. Herodes desapareció, y Vaballathus llegó al trono a bajo la regencia de Zenobia. Cosas que pasan…

Algo significativo en Zenobia era cabalgar hacia la batalla. Aparecer a caballo antes de una batalla convierte a una mujer guerrera en una poderosa inspiración para sus tropas y su pueblo. Aprovechó la antigua tradición árabe preislámica de la Gran Diosa en su encarnación como la Dama de la Victoria, al igual que Cartimandua y Boudicca. Esto despertaba el valor de las mujeres y la pasión de los hombres, generando una imagen emotiva y erótica que unía a ambos géneros en el deseo de resistir.

Zenobia decía descender de Cleopatra, y como ella hablaba egipcio, griego, latín y arameo. Ocupó el territorio romano de Egipto en 269. Se apoderó de territorios romanos en Arabia, Siria y Asia Menor. A los pocos años de gobernar, había forjado un vasto imperio desde Egipto hasta el Bósforo. Derrotó a una expedición romana enviada contra ella, proclamó a su hijo «Augusto» (emperador), se declaró independiente de Roma y acuñó su propia moneda con su efigie. Para el emperador romano Aureliano, esta rebelión era grave, y personalmente tomó el mando de la campaña sobre Siria para aplastar a Zenobia.

Al mando de un gran ejército con una caballería fuertemente blindada, Zenobia se enfrentó a Aureliano cerca de Antioquía. Se la vio al frente de la batalla, galopando junto a sus tropas y dando órdenes. Aureliano con hábiles maniobras derrotó a Zenobia, quien en medio de una horrible matanza retrocedió a Antioquía. Mantuvo leal a su ciudad paseando por las calles a un hombre encadenado que se parecía a Aureliano, como si lo hubiera derrotado y capturado.

En el siguiente encuentro las legiones prevalecieron una vez más, y Zenobia se vio obligada a huir, perdiendo su tesoro y la ciudad ante Aureliano. Huyó en camello para buscar ayuda de los persas, pero fue alcanzada y capturada en las orillas del Éufrates.

Aureliano ejecutó a los partidarios de Zenobia, pero mostró una magnanimidad romana hacia los ciudadanos vencidos de Palmyra, perdonándoles la vida y apoderándose de las riquezas de la ciudad. Frente a Aureliano como una mujer de gran belleza, intelecto y atractivo sexual, Zenobia exigió inmunidad por razón de su sexo, y la obtuvo. Una leyenda afirma que luego se suicidó como Cleopatra. Pero no, en realidad fue llevada a Roma a salvo y conducida por las calles en 274, sujetada con cadenas de oro, para celebrar la ceremonia del Triunfo de Aureliano. Marchó entre otras conquistas de Aureliano, como godos y vándalos, y una banda de mujeres guerreras escitas que los romanos llamaron “amazonas” -las chicas siempre presentes-.

Después de un Triunfo, los cautivos romanos normalmente eran ejecutados o vendidos como esclavos. Sin embargo Zenobia volvió conmover o seducir a Aureliano, quien le permitió vivir en Roma con su hijo.

La notoriedad de Zenobia le otorgó cierto estatus de celebridad, como una Rock Star, entre la aristocracia romana. Les encantaba escuchar sus anécdotas del Imperio del desierto, mientras bebían vino en la comodidad de una cena. Así logró construir una nueva vida, obtuvo una pensión y una villa en las afueras de Roma, se casó con un senador romano y se instaló en la vida del campo desapareciendo discretamente de la historia. Guerrera genial, bellísima, seductora y muy inteligente; no merecía tener otro final.

GALLA PLACIDIA (390–450) LA HACEDORA DE LA PAZ

Galla Placidia ejemplifica el uso de mujeres importantes como botín político en la guerra. Sin embargo, como otras mujeres en esa posición, logró invertir su papel de peón en beneficio del Imperio Romano y de su propia familia.

Era hija del emperador Teodosio el Grande (379–395). Con su muerte, el imperio occidental cayó en manos de su medio hermano -medio torpe-, Honorio, quien no supo entender a sus aliados visigodos y provocó la invasión de la península italiana y el saqueo de Roma en 410. Allí los visigodos capturaron a la princesa Galla Placidia, que vivía en Roma. La tomaron como rehén y la trataron tan bien que ella pudo convencer a sus captores para que hicieran la paz con los romanos y se establecieran como federados en la Galia. Como garantía de ese tratado y de su poder, Galla se casó con el rey godo Ataulfo.

Pronto enviudó y se la devolvieron a los romanos como condición para un nuevo tratado de paz en 416. Una vez que estuvo a salvo en manos romanas, Honorio arregló su matrimonio con el general Constancio, cimentando un pacto político que lo convirtió al general en co-emperador.

A pesar de sus habilidades, Galla Placidia fue relegada de todo papel político independiente hasta bien entrada la treintena. En 425, su hijo de seis años se convirtió en emperador, Valentiniano III, y ella gobernó el imperio occidental como su regente hasta 437.

Durante ese período, su deber principal fue un esfuerzo cada vez más desesperado para hacer frente a la creciente presión de los germanos. Cuando en 429 los vándalos invadieron el norte del África romana y otros pueblos germánicos comenzaron a asentarse en territorio romano, Galla tomó el único camino posible, sobornó a los germanos para que lucharan entre sí. No fue una gran época en la historia militar romana, pero la solución estratégica era inteligente.

La carrera de Galla es instructiva. Ella era aparentemente una pieza política menor, pero su habilidad y sus matrimonios demuestran cómo las mujeres podían servir como un vínculo vital para crear la paz interna y externa durante el Imperio Romano.

Cuando finalmente alcanzó una posición de autoridad en el Estado, la respuesta política y militar de Galla Placidia estuvo a la altura de la de los miembros masculinos de la familia imperial. Finalmente la crisis financiera cada vez más profunda hizo imposible cualquier respuesta militar significativa a los invasores germanos. La falta de dinero, no de capacidad fue lo que limitó su regencia.

Estas Reinas del mundo greco-romano civilizado pusieron a las mujeres en lugares tan visiblemente masculinos que inevitablemente abrieron el paso a otras que las siguieron en el tiempo. Su actividad indudablemente erosionó la cultura masculina imperante abriendo espacios a una creciente participación femenina en asuntos de guerra y políticos, como otras lo hicieron en otras áreas. Ellas construyeron las bases del feminismo real.

INTERMEDIO

En el 313 Constantino dicta el Edicto de Milán que otorga la libertad de culto; con ello acaban las persecuciones de los paganos a los cristianos y comienzan la de los cristianos sobre los paganos. Pero más importante, en los hechos se reafirmaron las antiguas leyes de restricción femenina fortaleciéndose las conductas culturales en tal sentido. Así cuando las etnias no romanas admitieron el cristianismo, perdieron también las libertades otorgadas a las mujeres. Aun así seguirán apareciendo mujeres excepcionales.

El Cristianismo y el Islam sobrellevaron grandes expansiones que en parte les sumó seguidores y en parte los trastornó. Nada indica en el origen de sus doctrinas que las mujeres iban a sufrir mayores restricciones en la sociedad. Al principio había más mujeres nutriendo las filas cristianas que hombres, porque el mensaje de Cristo era igualitario, como lo sería luego el de Mahoma.

Convertido el cristianismo en una institución de poder una especie de fiebre mística comenzó a emitir limitaciones que se sumaron a las legales, desdibujando aún las excepciones que éstas contenían. Ahora no sólo era demarcación de la ley, sino el imperioso designio divino el que ponía a la mujer como un ser inferior. La idea fundamental era reforzar la dualidad de géneros, establecer la inferioridad femenina y la necesidad de su sumisión al hombre. Para introducirse universalmente las ideas sobre género, la pureza del cuerpo y las reglas sexuales resultan más prácticas que los tabúes alimenticios o físicos. La hija de Eva era la puerta del diablo, la que comió la manzana, la primera transgresora de la ley divina, la que destruyó fácilmente al hombre, imagen de Dios –si porque hasta se discutió si la fémina es o no imagen de Dios. Eva era también Pandora. Misoginia extra virgen.

Con semejante culpa, cómo podía tener derecho a algo?

BRUNHILDA (567–613) Y FREDEGUNDA (549–597) CORONAS, ESPADAS Y VENENOS

Al morir el Emperador Clotario I su reino se dividió entre sus cuatro hijos Chilperico I, Gontrán I, Sigeberto I y Cariberto I. Entre los cuatro no se llevaban, pero particularmente Chilperico y Sigeberto se odiaban; en esa infame relación fraterna aparecen nuestras dos protagonistas, a las que Dorothy vería como la “Bruja Buena del Norte” y la “Bruja Malvada del Oeste”. Pero no. Fredegund era hermosa, muy astuta y adúltera asesina y Brunhilda una segunda Jezabel que seguía seduciendo a muchos hombres cuando tenía casi cincuenta años. Igualmente despiadadas mataron a esposos, hijos y nietos propios y ajenos.

Brunhilda tuvo una larga y poderosa vida. Como reina guerrera y estadista, mostró un coraje indomable y una habilidad formidable durante cuarenta años de guerra continua. Iniciada en la feroz política franca cuando era una joven novia, gobernó hasta llegar a regente de sus bisnietos, y tenía casi ochenta años cuando murió.

Su enemiga de toda la vida, Fredegunda, la Lady Macbeth de la Edad Media, logró el poder a través de su marido y lo usó para mantener su reino en estado de guerra durante más de cuarenta años. Una de las mujeres más sanguinarias y sádicas de la historia, pasó toda su vida removiendo viejos conflictos y creando otros nuevos a lo largo de su época sobre el vasto imperio de los francos, un territorio que abarca la mayor parte de la Europa moderna. Reconocida por la audacia de sus hazañas en la batalla, Fredegunda también fue una exponente de la guerra sucia empleando venenos, asesinatos y otras operaciones encubiertas para despachar a sus enemigos.

La tragedia de Brunhilda radica en su enredo con estos hermanos. Se destacaba por su inteligencia y belleza desde temprana edad, y en 568 -convirtiéndose al cristianismo- se casó con Sigeberto, gobernante de Austrasia que cubría la mayor parte de la Alemania moderna.

La carrera de Fredegunda como psicópata comenzó humildemente, como una esclava en la corte del depravado y vicioso emperador franco Chilperico, cuyo reino Neustria comprendía la mayor parte del norte de Francia. Fredegunda llamó la atención de Chilperico, se convirtió en su amante, lo convenció de mandar a su esposa a un convento y luego matarla. Lady Macbeth por lo menos lo hacía para beneficiar a su esposo, Fredegunda nunca pensó más que en sí misma.

Atanagildo padre de Brunhilda, buscó entonces la unión con los francos mediante su hija Galsuinda. Chilperico ya había asesinado a una reina, pero a pesar de su mala reputación, se celebró la boda. El matrimonio no duró; una mañana Galsuinda apareció estrangulada. Aparentemente se negó tomar el bebedizo que la esclava Fredegunda le ofrecía, y no hubo más remedio que convencer a Chilperico para que estrangulara a Galsuinda en su cama. Todo para que la amante esclava se casase con el viudo menos que afligido tres días después.

Brunhilda supo que su hermana muerta había sido asesinada. Con la ayuda de su esposo, inició la guerra contra la pareja asesina que duro cuarenta años. Chilperico fue derrotado por Sigeberto, pero la imaginativa Fredegunda cambió las tornas en 575 cuando contrató asesinos para apuñalar a Sigeberto. Brunhilda fue capturada pero liberada por el hijo de Chilperico, Meroveus, que estaba enamorado y se casó con ella. Lo que abrió una nueva venganza, Fredegunda persiguió a Meroveus hasta matarlo.

Al regresar a su propio reino, Brunhilda se encontró nuevamente en guerra. Su hijo pequeño ahora ocupaba el trono de Sigeberto, y ella tomó las riendas del poder como regente. El gobierno de una mujer era anatema para un fuerte partido político de nobles –ya muy cristianos-, que levantó un ejército contra ella. Brunhilda apeló a la paz, pero en un sombrío presagio de su destino final, se le advirtió: «Apártate de nosotros, no sea que los cascos de nuestros caballos te pisoteen». Sin inmutarse, Brunhilda condujo a sus fuerzas a la batalla y ganó el día. Confirmada en el poder, pudo gobernar abiertamente en nombre de su hijo, todavía un niño, Childeberto.

Con la mayoría de edad de Childeberto, Brunhilda renunció. Mientras tanto, la guerra con Fredegunda se prolongaba, y el hijo de Brunhilda y su esposa fueron envenenados, muy probablemente por orden de quien todos sospechamos. Brunhilda volvió a tomar las armas para gobernar, ahora en nombre de sus nietos, convirtiéndolos a ellos y a ella misma, una vez más, en el objetivo de la rabia incontrolable de Fredegunda.

La sed de poder de Fredegunda se profundizó, y tal vez por ansiedad, en 584 hizo asesinar a su propio esposo y comenzó a gobernar por derecho propio, como por regente de su joven hijo, Clotario II.

Brunhilda y sus nietos ahora estaban en constante peligro, ya que Fredegunda hizo más de un intento de envenenarlos. Todavía estaba dirigiendo tanto la guerra abierta como la sucia, involucrando sus armas favoritas de cuchillo y veneno, cuando Fredegunda murió inesperadamente en 597, dejando su reino a su hijo Clotario II, un cruel y sanguinario asesino como mamita y papito.

La amenaza de Fredegunda había cesado. Pero las guerras de Brunhilda no habían terminado. Sus antiguos enemigos, los nobles francos, ahora persuadieron al mayor de sus dos nietos para que tomara el poder y la desterrara. Brunhilda contraatacó y montó una exitosa operación militar en la que su oponente, y nieto, fue derrotado y asesinado. Pero su éxito duró poco. Su nieto victorioso murió repentinamente a la edad de veintiséis años, dejando cuatro hijos pequeños. Al acercarse a los setenta años, Brunhilda se encontró nuevamente regente, esta vez de sus bisnietos, pero ya no pudo contener la ambición rapaz de sus nobles. Sus enemigos se volvieron en secreto hacia el hijo de Fredegunda, Clotario II, y le ofrecieron el reino si eliminaba a la reina. Clotario aceptó.

Traicionada por el líder de su propio partido, Brunhilda fue entregada al hijo igualmente depravado y cruel de su antigua rival. Sometida a tres días de espantosas humillaciones y torturas ante Clotario y todo su ejército, finalmente fue despedazada por caballos salvajes. Cuando todo terminó, diez reyes habían muerto y una reina había sido ejecutada de una manera espectacularmente brutal, pero cimentaron las bases del Sacro Imperio de Carlomagno.

Aunque en realidad actuaron como verdaderas Emperatrices, siempre debieron hacerlo como Regentes pues ya no tenían el reconocimiento de otros tiempos como gobernantes por derecho propio. La ley sálica les prohibía específicamente el trono. Aun así, en el transcurso de menos de una generación, este mundo misógino vio a las mujeres pasar de no tener un papel formal en la vida pública secular a controlar el imperio.

LAS GUERRERAS DEL ISLAM – LAS MUJAHIDAAT

El término mujahidaat fue acuñado por los primeros historiadores del islam para honrar a las mujeres que protegieron al Profeta durante las primeras batallas islámicas del siglo VII. Sí, mujeres en armas en el Islam.

Estas mujeres incluían miembros de la familia del Profeta y nuevas conversas al Islam. Los relatos de estas heroicas mujeres no sólo están registrados en la literatura islámica, sino que también se transmitieron oralmente a través de las generaciones.

Una de las luchadoras más glorificadas es Nusayba bint Ka˛ab, también conocida como Umm Umarah, quien durante la Batalla de Uhud (625) perdió un brazo y sufrió once heridas mientras defendía al Profeta Mahoma. Al zozobrar la batalla, los musulmanes empezaron a huir y Umara con sólo diez hombres, sus dos hijos, y su esposo se quedaron con el Profeta para defenderlo. Luchó en al menos seis batallas durante su vida y es una de las pocas luchadoras mencionadas en el Corán.

Es de suponer que las mujeres como Umara, que lucharon con arco, flecha y espada, las armas de su tiempo, debieron estar entrenadas y resultaron muy hábiles en la guerra. 

Umm Sulaim y su hermana Umm Haram bint Milhan de la tribu de Ansar en Medina también se unió al Profeta en la Batalla de Uhud. El martirio de Umm Sulaim está registrado en un hadiz, en el que el Profeta dice: “Entré en el paraíso y escuché a alguien caminar. Dije: ‘¿Quién es?’. Ellos contestaron: ‘Esta es al-Ghumaisa˛ bint Milhan (Umm Sulaim)».

Aishah, la esposa del Profeta tuvo una gran participación en la guerra por la fe, aunque no exitosa, en más de un sentido. Hija de Abu Bakr de La Meca, pertenecía al clan Bani Tamim de la tribu de los Quraysh. Aishah aceptó el Islam cuando aún era niña, y huyó con su familia a Etiopía en 615, refugiándose de la persecución. De regreso en La Meca, se comprometió con Mahoma a los nueve años y se volvió su esposa favorita. Aunque en 627 fue acusada de adulterio cuando tenía catorce años; fue declarada inocente por “revelación divina”, y nunca ha sido reivindicada por completo. Los eruditos posteriores la comparan desfavorablemente con la primera esposa de Mahoma, Khadija («la mejor de las mujeres musulmanas») y su hija Fátima («pura»).

Después de la muerte de Mahoma en 632, su padre de Aishah, Abu Bakr, se convirtió en el primer califa, lo que dividió a la comunidad musulmana entre sus seguidores Sunitas y los del yerno de Mahoma, Ali, Chiitas.

Abu Bakr fue sucedido por Umar en 634 y Uthman en 644. Mientras tanto, Aishah vivía en Medina en oración. Después de que Uthman fuera asesinado en 656, Aishah inició la lucha política por el poder contra Ali y formó un pequeño ejército que se enfrentó a sus tropas en Basora. Aishah personalmente dirigió sus fuerzas montada en un camello. Conocida como la Batalla del Camello, terminó con una aplastante derrota para ella. Fue capturada y enviada a Medina, donde vivió una vida retirada hasta que murió en 678.

El legado de Aishah fue, y sigue siendo, acaloradamente debatido por los eruditos musulmanes sunitas y chiitas. El caso de adulterio y la derrota en la Batalla del Camello se usaron y usan en su contra para sostener la represión femenina. El primero fomenta la idea de que las mujeres son la principal fuente de tentación, y Aishah representaba la fuerza de la sensualidad femenina que había que temer y reprimir. El segundo, aún más importante, se usa como prueba para negar derechos políticos a las mujeres musulmanas debido a que sólo pueden dañar el orden político y social. Por si las viejas leyes y culturas no alcanzan, mejor echamos un poco de leña al fuego. Pero esto es una retorcida interpretación posterior de los hechos para solventar la estructura de poder matriarcal.

Antes de este imaginativo argumento, las mujeres siguieron actuando en la guerra por la fe. Zaynab bint Ali, nieta de Mahoma, luchó en la Batalla de Karbala. Safiya, la tía del Profeta es conocida por matar a un espía con una estaca de tienda mientras su aterrorizado guardia masculino huía. En la Batalla de la trinchera, Safiya mató a un guerrero y arrojó su cabeza cortada en el campo enemigo.

Khawlah bint al-Azwar al-Kindiyyah, una mujer beduina se la considera una de las primeras mártires del islam. Ali ibn Abu talib (primo y yerno del Profeta) descubrió a Khawlah después de la batalla contra Heraclio el bizantino. Vestida como un caballero, entró a la batalla con sus compañeras y «cortó la cabeza del griego». Este evento fue el punto de inflexión en la batalla, y los musulmanes vencieron. Cuando Khawlah se dio a conocer a Ali, impresionado por su hazaña heroica, se casó con esta «mujer de rango y honor» poco después de convertirse en el cuarto califa “correctamente guiado” en 656.

Las mujeres musulmanas también desempeñaron un papel de apoyo. Se sabe de sesenta y siete mujeres que participaron en la defensa del islam, muchas de las cuales participaron en batallas. Un ejemplo notable es Hazrat Asmaa , quien aconsejó a sus hijos: “¡Hijo mío! una paz degradante y vergonzosa por temor a la muerte no es mejor que ser asesinado por la espada con honor; eso es mejor que ser golpeado con un látigo en deshonra… Si eres martirizado, será mi mayor placer”.

El término martirio refiere a morir por la fe y el Profeta. Un hadiz bien conocido dice que los mártires hombres o mujeres tiene siete favores especiales de Allah: 1) Serán ​​perdonados sus pecados con el primer chorro de sangre. 2) Verán su lugar en el paraíso. 3) Casará con setenta y dos hermosas Doncellas del paraíso. 4) Salvarán el Castigo de la Tumba. 5) Están protegidos del Gran Terror (Día del Juicio). 6) En su cabeza se coloca una corona de dignidad, una joya mejor que el mundo y todo lo que contiene. 7) Se les concede la intercesión para que setenta personas de su casa entraran en el paraíso.

Sin embargo, el tercer punto es un agregado moderno. En esos tiempos iniciales el islam no podía, sin contradecirse, sostener que las mujeres eran «recompensas celestiales» para los hombres, la doctrina de fe lo negaba.

La mujer no era tenida en menos. La actitud contraria sería descartar todos los derechos sociales otorgados a las mujeres por el Profeta, a quien las mujeres musulmanas llaman un feminista por sus principios igualitarios. Considerar a las mujeres algo menos que los hombres sería ofender las primeras revelaciones de Dios al Profeta que elevaban el estatus de la mujer en el islam. Pero claro luego todo cambiará, tampoco la Yihad será lo mismo.

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