Política

Movimientos Indigenistas: Argentina al margen de la ley

La tragedia de los años setenta bloquea toda capacidad de oponerse con la fuerza a quienes hayan decidido hacer uso de la misma para actuar por fuera de las leyes.

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Argentina, un lugar donde la ingenuidad de carácter suicida convive con la no menos autodestructiva cerrazón del fanatismo político. Un lugar donde la tragedia de los años setenta bloquea toda capacidad de oponerse con la fuerza a quienes hayan decidido hacer uso de la misma para actuar por fuera de las leyes. Un lugar donde siempre hay excusas para que la ley no se aplique y la fuerza impere a favor del que la viola. En definitiva, un lugar donde la razón primaria de vivir en sociedad, es decir evitar que cada cual atienda sus demandas de la manera que considere mejor sin aceptar otro límite que su propia necesidad, es violada sistemáticamente por el Estado que debe velar por una convivencia basada en el monopolio de la fuerza, que solamente se desata por imperio de leyes que tienen a la protección de las personas como su objeto.

En Argentina siempre hay excusas para que la ley no se aplique y la fuerza impere a favor del que la viola.

Así, en Argentina es el Estado el que con sus acciones y omisiones genera una suerte de protoanarquía que, de progresar, y digamos lo hace a diario, hace que los ciudadanos crean que están directamente librados a su suerte y que ellos en asociación con vecinos o amigos encuentran las herramientas para resolver disputas, recurriendo a distintos grados de violencia y como característica distintiva de esa protoanarquía, observa que sus intereses tienen una respuesta rápida y sin que el Estado haga nada serio por impedirlo. Argentina está logrando desangrar al Leviatán sin que la política se dé por aludida.

En este estado de protoanarquia el indigenismo mapuche argento se siente a sus anchas y por ello le dediqué un artículo en FARO ARGENTINO el pasado mes de noviembre (Soberanía, sólo un discurso – Faro Argentino), donde desarrollé la idea de una suerte de contraste entre la reacción de Chile frente a las tropelías por ellos llevados adelante y la inacción militante argenta; sin embargo no contaba con que la nueva administración chilena apostara a la torpeza como herramienta política y retirara fuerzas militares de la Araucanía generando un renacer de la violencia y como respuesta piense en medidas que sean aceptables  para sus seguidores ideologizados más que en lo que la situación de violencia reclama. Tengo para mí que en Chile primará la razón y buscarán restablecer el orden bajo el imperio de las leyes, lo que claramente descarto suceda en Argentina.

En nuestro país se tiene hacia el indigenismo violento una mirada estúpidamente culposa, algo así como nuestros ancestros debieron quedarse cagándose de hambre en Europa y jamás pisar América. Al llegar acá los europeos y los criollos cometieron el enorme error de labrar la tierra, criar ganado, erigir pueblos, generar escuelas y el peor de los pecados traer tecnologías que transformaron el paraíso virginal de los indígenas en una de las naciones más prósperas de la Tierra entre 1853 y digamos 1930.

Les cuento algo personal. Mis bisabuelos paternos nacidos en la India, llegaron a Argentina a fines del Siglo XIX y se establecieron en el norte de Santa Fe, donde se dedicaron a las tareas rurales a una escala importante. Mi abuela recordaba cuando, siendo pequeña, en el casco de la estancia rechazaron un malón con sus hermanos mayores y peones rurales disparando armas de fuego desde las ventanas… La otra rama de la familia, un médico francés casado con una mejicana y sus cuatro hijos llegaron por barco a Chile y de allí a Paraná, donde se establecieron. Al poco tiempo de arribar, se incorporó como médico a una expedición militar  que por barco remontaba el Paraná para hacerse de las tierras que en lo que conocemos como Chaco y Formosa hoy. ¿Suena duro no? Sin dudas, pero era el mundo en que mis ancestros vivieron y forjaron en una tierra con pocas y sabias leyes, un lugar donde desarrollarse no solamente ellos sino todos los que deseaban trabajar bajo el amparo de la ley.

Se tiene hacia el indigenismo violento una mirada estúpidamente culposa, algo así como nuestros ancestros debieron quedarse cagándose de hambre en Europa y jamás pisar América.

Alguien que adscriba al indigenismo argento me podría decir que hoy en el Siglo XXI, los descendientes de esos nativos recurren a la razón de la fuerza para recuperar sus ancestrales tierras y de esa manera hacer justicia. Conmovedor argumento que resulta inviable de aplicar sin destrozar en pedazos el andamiaje jurídico que todavía sostiene el derecho de propiedad en Argentina, y que llevaría al país al borde de una guerra civil o a procesos de violencia que ni los políticos ni los indigenistas siquiera conciben.

Carlos Escudé en un artículo de 2013 en La Nación (¿Somos un protectorado de Chile y Brasil? – LA NACION) expresaba que, en términos de renuncia a tener una defensa, Argentina realizaba una suerte de “experimento fascinante” y estoy convencido que en relación al indigenismo esa expresión aplica completamente. La política argenta tanto por acción en el caso del gobierno nacional y popular como por un mayoritario táctico desinterés en la mayor parte de la oposición, lleva adelante el experimento de prohijar al indigenismo militante o en el mejor de los casos procrastinar en obstinada devoción el caer con el peso de la ley sobre ellos.  En el caso de los primeros la apuesta al nihilismo es irrefrenable y en el segundo el temor a afrontar los costos de aplicar la ley es tan suicida como el anterior, solamente que en dosis menores.

Este país tiene una dirigencia mayormente carente de coraje, valores y capacidad para afrontar desafío alguno que no sea acentuar o administrar el rumbo a la anarquía.

En realidad nada puede sorprender de un país que no puede evitar que los narcos desde las cárceles controlen ciudades o provincias enteras, que miles de personas ocupen la ciudad de Buenos Aires y su jefe de gobierno desaparezca de la escena, que su presidente prometa a Europa combustibles que no posee, que vive pendiente de si alguien habla en un acto o escribe una carta (si una decimonónica carta.,.), que el principal partido de oposición se reúna para emitir un documento contra un político de otro partido pero que, cual Fuenteovejuna, nadie se hace responsable de haber escrito eso; que mes a mes aumenta la dosis de inflación porque no puede dejar el hábito. Ese país tiene una dirigencia mayormente carente de coraje, valores y capacidad para afrontar desafío alguno que no sea acentuar o administrar el rumbo a la anarquía.

Desde algún lugar mientras discute con los dioses, Carlos Escudé mira hacia Argentina con una sonrisa resignada.

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