Política

Paparruchadas, bullshits, Cambiemos y el giro liberal

Los emisores de “bullshit” no rechazan la verdad -tal como hace quien miente a conciencia-, ni se opone a ella; simplemente, no la consideran, no le prestan atención. Y en tanto esto, la “bullshit” es peor enemigo de la verdad que la mentira misma.

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En 1985 Max Black publicó un ensayo titulado “The prevalence of humbug”, y veinte años después, otro filósofo, Harry Frankfurt hace lo propio con “On bullshit”. Y ambos textos o, mejor dicho, los temas centrales de ambos, son muy pertinentes para encuadrar ese proceso de supuesto “giro liberal” que estaría adoptando la alianza Juntos por el Cambio.

Si bien se trata de dos términos distintos y de aplicación diferente, igualmente ambos son confluyentes (y se potencian mutuamente) cuando se abordan determinadas cuestiones como la mencionada.

La traducción al español de “humbug” admite múltiples palabas (relacionadas entre sí por el uso cotidiano), desde farsa a disparate, desde faramalla a fantasmada. Pero la reconocida traductora Carme Castells le asigna una palabra bastante caída en desuso en el habla corriente actual, pero sumamente gráfica: paparrucha (o paparruchada).

Más allá de la intencionalidad, la tergiversación encerrada en la paparrucha conlleva dos aspectos confluyentes: tergiversa ideas respecto del objeto del enunciado y tergiversa el propio estado mental del enunciante.

Por su parte, “bullshit” es una expresión de amplia utilización en el habla coloquial inglesa, particularmente estadounidense, empleándosela cuando se hace referencia a algún tipo de desprecio o manipulación de la verdad. Castells opta, en este caso, por traducirlo por una palabra española de connotación débil: charlatanería. Sin embargo, la charlatanería en el sentido que se le da a “bullshit”, como veremos, detenta una fuerza que su traducción disipa.

La paparruchada que analiza Black es definida como una tergiversación engañosa (próxima a la mentira) de un cuerpo de ideas o de las ideas o sentimientos de una persona o grupo social, ejecutada a través de palabras o acciones. Como se observa, una caracterización muy similar podría hacerse de la noción de “bullshit”; sin embargo, como veremos siguiendo el razonamiento de Frankfurt, no son plenamente equivalentes. Y si las quiere aplicar al mencionado supuesto giro liberal de Cambiemos, quedará claramente expresado -en el contraste entre acciones y narraciones- que paparruchada y “bullshit” se diferencian en un aspecto fundamental: la intencionalidad.

Para Black la tergiversación que encierra la paparruchada tiene como finalidad resultar engañosa, es una herramienta para ejercer la capacidad de mentir. Como señalan distintos analistas, la paparruchada enunciada va unida al estado mental que busca mentir. Sin embargo, mentir no siempre es entendido unívocamente, como el pronunciamiento de un enunciado falso; también se puede entender al acto de mentir como la enunciación de una verdad, en tanto que quien la dice crea que la misma es falsa, y lo diga con intención de engañar.

Más allá de la intencionalidad, la tergiversación encerrada en la paparrucha conlleva dos aspectos confluyentes: tergiversa ideas respecto del objeto del enunciado y tergiversa el propio estado mental del enunciante. El ejemplo clásico es el de alguien que afirma tener X cantidad de dinero, buscando transmitir que, en efecto, posee esa X cantidad, y que, además, él cree que la posee. Así, el receptor de ese enunciado es doblemente engañado: por creer que el otro posee ese dinero y por asumir que el otro reamente cree tenerlo. Sin embargo, la paparrucha no se agota en transmitir estados mentales, sino que -la más de las veces- se construyen y enuncian con otra finalidad: se inventan para transmitir al receptor una falsa impresión de lo que pasa por la mente del emisor.

En la paparruchada, lo central no es el objeto que se tergiversa, sino crear una impresión determinada en el otro; ese es su principal objetivo y lo que le da sentido a la enunciación.

Cuando los políticos cambiemitas recrean una narrativa “liberal” de su acción efectiva de gobierno 2016-2019, no están buscando mentir, stricto sensu, sino crear en la mente del receptor de aquella narrativa, una imagen de sí mismos como paladines de la libertad.

Cuando los políticos cambiemitas recrean una narrativa “liberal” de su acción efectiva de gobierno 2016-2019, no están buscando mentir, stricto sensu, sino crear en la mente del receptor de aquella narrativa, una imagen de sí mismos como paladines de la libertad, como políticos incomprendidos, como funcionarios que estaban adelantados a su tiempo y que las circunstancias, la oposición y aún, la falta de apoyo político propio, les impidió hacer las reformas y tomar las decisiones de políticas concordantes con sus ideas liberales.

Esa narrativa, que alcanzó un cierto clímax con el encuentro político realizado en Córdoba a mitad de marzo, se acerca más a la noción de “bullshit” que esboza Frankfurt.

Dicha noción encierra una determinada tensión interna: es un constructo finamente tallado, ajustadamente enunciado, que detenta una consistencia interna fuerte, y que se emite desinteresadamente de la verdad. No mintiendo descaradamente, sino sin importar si lo que se dice es verdad o mentira, sólo importando el logro del objetivo que se procura alcanzar apelando al “bullshit”.

En el rastreo semántico que realiza Frankfurt sobre la idea de qué es, en esencia, “bullshit”, llega a un término relacionado: “bull”. Este se emplea para referirse a charlas o escritos triviales o insinceros. Pero encuentra también que dicho término se aplica para referirse a dichos vacuos, a los que coloquialmente se les menciona como “bull”, traducible como “humo”. Y esto nos lleva nuevamente a Cambiemos y su pretendido giro liberal.

Cuando se califica a una determinada narrativa de “humo”, se está afirmando que la misma carece de sustancia, es vacío y ausente de contenido. El mensaje de adhesión al encuentro cordobés de los “liberales en Juntos” que mandó un personaje como Rodríguez Larreta o el discurso dado ahí por Patricia Bullrich es un buen ejemplo de “humo”. Un “humo” que se acerca muy bien a la idea de “bullshit”, incluso desde su construcción semántica: “bolsa de mierda”. Así como el humo discursivo es la nada, el excremento es materia sin sustancia alimenticia (una forma de nada, a los fines humanos) que el hombre arroja de sí.

Como se señaló, la “bullshit” no se interesa por la verdad, lo que no la torna necesariamente una mentira; su eje está puesto en su objetivo que es, este sí, su esencia: el fraude. El fraude (o la falsificación) puede ser perfecto, prácticamente igual al original, pero su perfección de formas no lo torna auténtico. En palabras de Frankfurt: “Lo malo de una falsificación no es su aspecto, sino el modo en que se ha hecho”. El constructor de “bullshits”, como el cambiemismo supuestamente converso a las ideas liberales, crea falsificaciones.

El mentiroso pretende convencer al oyente de que lo que dice es verdad, ocultando que está buscando alejar a dicho oyente de una percepción correcta de la realidad.

El charlatán (el que enuncia “bullshit”, en la traducción de Castells, antes mencionada) no busca necesariamente engañar; no tergiversa inevitablemente el estado de las cosas ni sus creencias respecto de las mismas. Sobre lo que sí intenta necesariamente engañar el charlatán es sobre su propósito. El rasgo que lo diferencia sustancialmente del simple mentiroso, es que tergiversa su intención.

El mentiroso pretende convencer al oyente de que lo que dice es verdad, ocultando que está buscando alejar a dicho oyente de una percepción correcta de la realidad. Quien emite “bullshit”, en cambio, solo oculta que para él la verdad de sus enunciados no tiene valor alguno; sólo importa el propósito. Esto no implica que su narración sea impulsiva o agresiva, de débil estructura, sino al contrario, construye un relato ajustado y coherente, más allá de que ese relato sea o no condicente con la realidad de las cosas a las que se refiere.

Cuando se enuncian iniciativas propias de una ideario liberal -reducción de impuestos, estímulo a la competencia, desregulación, por enunciar sólo tres-, pero se lo hace desde el ejercicio de uno de los gobiernos que más avanzo sobre la libertad económica, incrementando la presión impositiva, e hiperregulando las actividades, tal como es el gobierno de Rodríguez Larreta, se está en presencia de un enunciado “bullshit” en estado puro.

Cuando se postulan supuestos valores liberales, como hizo Patricia Bullrich en ese encuentro, y se lo hace sin una autocrítica seria y pública de su propia trayectoria personal (de guerrillera a ministro de gobiernos que desarrollaron políticas nada liberales), entonces se está ante otra “bullshit”.

Para mentir se requiere conocer la verdad; en caso contrario, es imposible hacerlo. En cambio, para enunciar “bullshits” no es necesario: la verdad le es indiferente. Simplemente, el charlatán extrae elementos de un lado y de otro, más allá de su coherencia interna, y los manipula para que se adapten a sus fines.

Para mentir se requiere conocer la verdad; en caso contrario, es imposible hacerlo. En cambio, para enunciar “bullshits” no es necesario: la verdad le es indiferente. Simplemente, el charlatán extrae elementos de un lado y de otro, más allá de su coherencia interna, y los manipula para que se adapten a sus fines. Por ejemplo, y siguiendo con Cambiemos, juntar a supuestos liberales bajo el paraguas de esa alianza, no necesariamente requiere que haya acuerdo de coherencia entre los discursos pronunciados y la realidad de los actos de gobierno en los distritos que gobierna dicha agrupación política, sino que solo importa la finalidad: captar la atención (y el voto) de aquellos que hoy se sienten atraídos por las ideas de la libertad promocionadas públicamente por Javier Milei.

Los emisores de “bullshit” no rechazan la verdad -tal como hace quien miente a conciencia-, ni se oponen a ella; simplemente, no la consideran, no le presta atención. Y en tanto esto, la “bullshit” es peor enemigo de la verdad que la mentira misma.

El canto de sirenas que pueden representar las enunciaciones de “bullshits” pseudo-liberales desde Juntos por el Cambio (incluso habiendo cooptado a personajes de renombre como Ricardo López Murphy), es un llamado de atención a quienes de verdad desean generar las condiciones para un giro real hacia las ideas de la libertad en lo político, lo económico y lo social. Encuentran delante al verdadero enemigo a derrotar -Cambiemos, y en particular, el líder organizador en las sombras de ese encuentro cordobés, Horacio Rodríguez Larreta-. El resto del arco político ya está claro que es mentiroso o ingenuo (según los casos), y en tanto tales, no son un peligro para la verdad. Queda en el campo de los portadores de las ideas de la libertad el ser capaces de responder a este desafío.

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