En el accionar humano, tanto en forma individual como social, se toman decisiones, se vierten expresiones, se plantean opciones o se inician procesos que parecen, según el caso, meros impulsos o decisiones meditadas racionalmente. Sin embargo, ese accionar desde la elección de una pareja amorosa hasta compra de una propiedad inmueble, desde la selección de la carrera profesional a estudiar hasta la emisión de un voto por determinado partido político, todo ello (y todo lo demás) está mediado por nuestro funcionamiento mental, el cual -utilizando la expresión de Daniel Kahneman- en ocasiones piensa rápido y en otras piensa despacio.
La simplificación explicativa que realiza Kahneman es muy útil para introducir la cuestión de cómo pensamos, y de cómo esas formas de pensar nos hacen actuar.

El Sistema 1, entonces, genera los patrones de ideas que dan forma a las acciones inmediatas, y el Sistema 2, por su parte, construye pensamientos coherentes, elaborados siguiendo un orden de pasos determinados.
En la mente funcionan dos sistemas, el Sistema 1 y el Sistema 2. El primero es el circuito que genera impresiones y sentimientos inmediatos, en forma automática y sin mayor esfuerzo voluntario ni, en particular, control por parte de la persona. Su función principal es mantener y actualizar un modelo de mundo personal que representa lo que es normal. Así, el Sistema 1 asocia ideas con circunstancias, acontecimientos, acciones y consecuencias. Una vez afianzada esa asociación, el patrón de ideas surgido representa la estructura de los acontecimientos de nuestra vida, determinando la interpretación que hacemos del presente y nuestras expectativas de futuro. En otras palabras, el Sistema 1 permite la generación de impresiones y sentimientos sobre las que se delinean y afianzan las creencias explícitas y las elecciones deliberadas que se operan por medio del Sistema 2. Este se centra en las actividades mentales de esfuerzo, no automáticas, asociadas a la experiencia subjetiva de actuar, elegir y concentrarse.
El Sistema 1, entonces, genera los patrones de ideas que dan forma a las acciones inmediatas, y el Sistema 2, por su parte, construye pensamientos coherentes, elaborados siguiendo un orden de pasos determinados.
Sin embargo, 1 y 2 no actúan al unísono, sino que mientras el primero está en permanente funcionamiento, respondiendo en forma automática a los estímulos que recibe el ser humano, el segundo se encuentra en reposo, procurando realizar la menor cantidad de esfuerzo que le sea posible. Utilizando una expresión de Kahneman, en el Sistema 2 rige la ley del mínimo esfuerzo.
Así, el Sistema 1 emite de continuo “sugerencias” al Sistema 2: impresiones, intuiciones, intenciones y sensaciones; y el Sistema 2 las convierte, validándolas, en creencias, impulsos y acciones voluntarias. El 2, en la práctica, acepta las sugerencias del 1 casi sin modificarlas; sólo se pone en funcionamiento pleno, poniendo en evaluación plena la sugerencia, cuando un acontecimiento determinado altera el modelo de mundo que le esboza permanentemente el Sistema 1.
Esta descripción del funcionamiento mental tiene relevancia para analizar y entender el accionar concreto de los seres humanos, tal como señalamos más arriba, en todos los ámbitos de la vida. Y de esta descripción debe rescatarse un punto importante: el de la ley del mínimo esfuerzo, ya mencionada.
Básicamente, establece que si hay varias formas de alcanzar un mismo objetivo, el individuo se decantará por la línea de acción menos exigente: ¿Si puedo entender algo en forma automática, sin gran esfuerzo -Sistema 1-, para qué voy a ponerme a pensar en profundidad, con consumo de energía y esfuerzo -Sistema 2-? Así, dado que el esfuerzo es un costo (energético y de tiempo), en el balance entre costo y beneficio, prima la vía de alcanzar el objetivo buscado (o algo que se parece a ello) que conlleve el menor costo. En lenguaje coloquial: la pereza mental es parte esencial de nuestra naturaleza humana.
El Sistema 1 crea impresiones que cristalizan en creencias y determina impulsos dirigidos desde el Sistema 2, lo que define, a su vez, elecciones y actos. El 1 media al 2 una interpretación tácita de lo que sucede en el mundo, vinculando el presente con el pasado reciente y con las expectativas de un futuro inmediato. Esa interpretación define cuándo algo es normal o es extraordinario, e impulsa, por ende, a que el Sistema 2 actúe en consecuencia. Y como rige la mencionada ley del mínimo esfuerzo, las más de las veces, el Sistema 2 convalida lo que define el 1, dando así origen a sesgos y errores analíticos y de acción.

Esta limitación (“ceguera por falta de atención”) se extiende a otros ámbitos del accionar humano, además del visual, y señala que las personas tienden a no advertir objetos o situaciones no esperados si están concentrados en otros objetos o situaciones.
Esos sesgos y errores, a su vez, se potencian porque la mente humana es limitada. Múltiples experimentos han mostrado esa limitación, siendo el famoso del “gorila invisible” el más contundente: se proyecta un video en el que aparecen dos equipos de baloncesto (uno de blanco, otro de negro) y se solicita a los sujetos experimentales que cuenten la cantidad de pases de balón que se da en uno de los equipos; en medio de la filmación, durante 9 segundos, se introduce en el campo visual una persona disfrazada de gorila, se golpea el pecho y sale del cuadro. El experimento implicó indagar en torno a cuánto ve el ser humano cuando está concentrado en una tarea determinada. Una mayoría contundente de experimentales pudo contar correctamente los pases dados por el equipo que se le asignó, pero no vio en ningún momento al gorila. Repetido en numerosas ocasiones y con diferentes sujetos en cuanto a edad, raza o formación profesional, el resultado fue siempre igual: el ser humano observa (experimenta) mucho menos de su espectro visual de lo que cree.
Esta limitación (“ceguera por falta de atención”) se extiende a otros ámbitos del accionar humano, además del visual, y señala que las personas tienden a no advertir objetos o situaciones no esperados si están concentrados en otros objetos o situaciones.
La limitación natural indicada más los sesgos y errores a los que conduce la pereza del Sistema 2 dejando el mando al Sistema 1, dan origen a distintas situaciones que no siempre terminan bien para los seres humanos, por ejemplo, resultados eleccionarios producto de por quién se votó.
Un sesgo derivado del funcionamiento de los dos sistemas mencionados es el llamado “efecto priming”; consiste, básicamente, en la influencia que ejerce una idea sobre una acción. La idea primada, es decir, la que sobresale en la actividad mental que la reconoce y valora rápidamente, actúa como un motor para la acción, contando con la anuencia del Sistema 2, que no se esfuerza en analizarla (ni oponerse a ella) si no “desentona” con el relato del mundo que le ha construido de continuo el Sistema 1.
El priming, entonces, configura a la acción voluntaria posterior. Al primarse una idea sobre otra, se va, a la vez, primando otras ideas asociadas, facilitándose de esa manera la construcción de un “relato” mental, sencillo, congruente y que facilita (demasiado) el trabajo del Sistema 2, que se limita a validar aquel “relato” y decide actuar en consecuencia.
“Con Eva Perón, a mi abuela le regalaron una máquina de coser; el peronismo es bueno; voto peronismo.”
“Con Macri dragaron el río y ahora mi campo no se inunda cuando llueve; el macrismo es bueno; voto macrismo.”
“Con Néstor se otorgó la AUH y otros beneficios de inclusión social; el kirchnerismo es bueno; voto kirchnerismo.”
“Con Macri estábamos integrados al mundo e hicimos una gran fiesta en el Colón; el macrismo es bueno; voto macrismo.”
“Con Alberto enfrentamos juntos una pandemia y me ayudó con un IFE; el albertismo es bueno; voto albertismo.”
En cada uno de estos ejemplos (delineados a partir de expresiones verdaderas, leídas o escuchadas en distintos lugares) se observa el priming, la asociación derivada y la acción a la que conduce. Y es el Sistema 1 el que dirige ese primado. Su función principal es mantener y actualizar un modelo de mundo personal que adopta la forma de “lo normal”. Ese modelo se construye con asociaciones que vinculan, como señalamos anteriormente, ideas con circunstancias, aconteceres, acciones y consecuencias, en general sucediendo con regularidad. Una vez constituidos esos vínculos, el patrón de ideas asociadas representa la estructura de los acontecimientos de nuestras vidas, determinando la interpretación del presente y las expectativas de futuro.
El priming se combina -para complejizar aún más el resultado final- con otros sesgos derivados de los atajos que toma la mente (heurística) para ahorrar costos y no consumir energía del Sistema 2. Uno de esos atajos es el denominado “efecto anclaje”.
El anclaje se trata de un sesgo que da lugar a la toma de decisiones en función de un dato o suceso puntual, sin considerar el contexto en el que se relevó u ocurrió, ni su validez en el presente y en el futuro. La selección de ese dato o suceso es objeto de priming, dando lugar así a la asociación de ideas y creencias en torno al mismo, construyéndose el relato que lleva a la acción (ajustada a dicho relato).
Tomando dos de los ejemplos anteriores:
- El dato “mi abuela recibió una máquina de coser de parte de Eva Perón”, permite la construcción de un relato en torno a las bondades del peronismo, que impulsa a la acción de votarlo, sin analizar contexto del dato y del relato colateral, ni su validez para el presente o su viabilidad en el futuro.
- El dato “durante el gobierno de Macri dragaron un río y no se me inunda más el campo”, facilita la construcción en torno a la eficacia y eficiencia del macrismo, que impulsa a la acción de votarlo, sin analizar globalmente la gestión de dicho gobierno, ni sus resultados inmediatos y mediatos.
El escenario de normalidad que genera el Sistema 1, da forma al relato que guía la acción del Sistema 2, o, más precisamente, desestimula su intervención. La combinación de un Sistema 1 que da coherencia al relato y un Sistema 2 perezoso, implica que el segundo validará muchas resoluciones intuitivas, no meditadas, que emanan del primero, el cual, por cierto, está en permanente movimiento, bombardeando con relato al Sistema 2, que finalmente normaliza lo que recibe del 1 y no sale de su zona de confort (la ley del mínimo esfuerzo antes referida).
Aún cuando estén disponibles elementos que pongan en cuestión el relato armado por el Sistema 1 -información, estudios, vivencias propias-, el individuo no las considera, aprovechando la pereza del Sistema 2. Incluso, si el individuo no puede eludir tomar conocimiento de una realidad distinta a la del relato que le armó el Sistema 1, igualmente se aferra a la ilusión que se genera en ese relato; aferramiento no voluntario, sino automático.
El ejercicio ilusorio de Müller-Lyer muestra dos líneas horizontales, una superior, cuyos extremos están coronados con flechas que apuntan hacia afuera, y otra con las flechas apuntando hacia adentro. Ambas líneas tienen la misma longitud, pero el efecto visual es que la segunda es más larga que la primera.

Pese a que ahora sabemos acerca de la igualdad de su longitud, igualmente las observamos distintas. Las vemos por el Sistema 1 y el Sistema 2, y aún sabiendo que tienen la misma extensión, no podemos evitar esa sensación que tenemos. El Sistema 1 impone la ilusión visual, y el Sistema 2 nada puede hacer.
O sí, puede hacer algo ese perezoso Sistema 2: puede ejercitar la desconfianza hacia todas las primeras impresiones. Desconfiar, analizar, contrastar, evaluar esos relatos que nos llegan del Sistema 1 (el recuerdo de la máquina de coser o del dragado del río, con su relato global anexo).
La desconfianza, y las acciones correlacionadas mencionadas, implican sacudirse la pereza y la ley del mínimo esfuerzo inherentes al Sistema 2. Pero el ejercicio vale la pena, porque así sería posible evitar repeticiones automáticas y apelar a atajos simplificadores (propios del Sistema 1), y construir un relato verídico y meditado del pasado, una mejor comprensión del presente y, sobre todo, delinear un futuro potencialmente mejor.