Economía

Argentina y el FMI

Enojarse con el FMI por lo que sabemos que tenemos que hacer para volver a crecer es equivalente a enojarse con el cartero que trae malas noticias.

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Luego de dos años de idas y vueltas, Argentina no puede o no quiere pagar la deuda contraída con el FMI en las condiciones pactadas. Porqué y cómo fue contraída es un tema ya de historiadores. Lo que importa es el futuro.

Primero lo primero: No podemos pagar porque tenemos un elevado déficit, es decir, el Estado no sólo no alcanza a pagar los intereses, sino que además no logra pagar los gastos (salarios, jubilaciones, obras, subsidios, etc.). Para compensar ese déficit debe contraer más deuda. Al fin y al cabo, la emisión monetaria es el resultado de que el Tesoro le pida prestado al Banco Central. Si esa emisión luego causa inflación, el Banco Central intenta postergarlo emitiendo a su vez deuda que en la jerga se llama déficit cuasi fiscal. La presión que ejerce esta deuda se intenta compensar con diversas prohibiciones, regulaciones, precios congelados y cepos, que actuarán como un resorte sobre los precios cuando esas restricciones se liberen algún día.

Nuestra deuda con Multilaterales es muy importante, por un total de U$S 72 mil millones, incluyendo la deuda con el FMI que alcanza U$S 44 mil millones. Pero Argentina debe mucho más. Tenemos algo más de U$S 340 mil  millones de deuda ya emitida, aún después de la reestructuración de 2020.

Los déficits acumulados se han acumulado convirtiéndose en deuda. Nuestra deuda con Multilaterales es muy importante, por un total de U$S 72 mil millones, incluyendo la deuda con el FMI que alcanza U$S 44 mil millones. Pero Argentina debe mucho más. Tenemos algo más de U$S 340 mil  millones de deuda ya emitida, aún después de la reestructuración de 2020. Tenemos deuda en moneda local (25%) y extranjera (74%), con acreedores locales y extranjeros (difícil de distinguir), indexada por inflación o por tipo de cambio, con legislación argentina (60%) o extranjera (40%). Cualesquiera que sean las condiciones, si hay déficit no hay fondos suficientes para el día a día, y por lo tanto no se pagan los intereses. Se acumulan para el futuro.

Los intereses que se pactaron inicialmente con el préstamo del FMI eran mucho menores que los de los préstamos que se cancelaron, y en la reestructuración del 2020 se redujo notablemente la tasa sobre los títulos adquiridos por el sector privado. Aun así, no hay fondos suficientes para afrontarlos.

Si los intereses se pagaran habitualmente, lo normal es que un nuevo préstamo pague el capital de otro. Si así no fuera, esos intereses se van sumando y la deuda crece continuamente. En el caso del FMI, los sobrecargos (mayores intereses) que tantos reclamos generaron son una norma escrita hace ya tiempo y modificada en 2016, que establece en qué casos se aplican. No es algo que estuviera previsto sólo para Argentina y se refiere a diverso tipo de límites que, si se exceden, generan costos adicionales. Están claramente definidos como incentivo a mantenerse por debajo de esos límites, lo que Argentina no ha logrado. Difícil quejarse de lo que no cumplimos.

Respecto a las revisiones, el FMI está compuesto por 190 países, y a todos se les solicita el mismo tipo de información. La revisión que se hace del cumplimiento de acuerdos y de la calidad de las cuentas públicas es similar, aunque todos los que reciben préstamos prefieren evitar ese control. Se expone la información y a pocos países les gusta que así sea.

El FMI solamente presta a países en problemas por lo cual es fácil confundir causa y consecuencia. No es el FMI el que genera problemas en los países, sino que los financia sólo cuando ya tienen dificultades.

El FMI solamente presta a países en problemas por lo cual es fácil confundir causa y consecuencia. No es el FMI el que genera problemas en los países, sino que los financia sólo cuando ya tienen dificultades. Las posibles soluciones a esos problemas llevan cambios en políticas estructurales y es fácil considerar que ese es el origen del problema. Sea o no bien diseñada y aceptada la política económica a seguir, la transición desde una situación de desequilibrio macro a un situación más estable genera sectores ganadores y perdedores. Las políticas fiscales, monetarias, laborales, previsionales, energéticas son las que seguramente tendrían que adaptarse a la nueva situación, al menos en el caso argentino. El país debe ganar en competitividad y las exportaciones se convierten en el elemento fundamental, para poder generar empleo, crecimiento y divisas para pagar las deudas en el futuro.

Aunque Argentina tuvo desde 2018 más exportaciones que importaciones, es decir una balanza comercial positiva, no se han logrado acumular reservas por los múltiples pagos al exterior. Particularmente 2021 fue un año notable con un superávit comercial de USD 14.750 millones, más de USD 2.000 millones superiores al de 2020. Año contra año, las exportaciones crecieron 85.9% mientras que las importaciones lo hicieron en 59.1%. En el acumulado del año, las exportaciones totalizaron USD 77.934 millones (+42% año contra año) mientras que las importaciones fueron de USD 63.184 millones (+49.2% también anual). Debido a los elevados precios de los commodities y la buena cosecha el año pasado, los derechos de exportación crecieron un extraordinario 209% en 2021. Si las divisas no alcanzaron fue porque los dólares se destinaron a otros fines.

Para que las exportaciones puedan crecer habría que liberar múltiples restricciones. El esfuerzo del campo ya es impactante a pesar de las restricciones sobre carne, trigo y maíz. No sólo el agro sino todos los sectores sufren algún tipo de restricción por encima, además de recibir el dólar oficial que se retrasa respecto de la inflación.

Debido a los elevados precios de los commodities y la buena cosecha el año pasado, los derechos de exportación crecieron un extraordinario 209% en 2021. Si las divisas no alcanzaron fue porque los dólares se destinaron a otros fines.

Para todos los sectores, exportadores o no, la negociación con el FMI aparentemente incluiría pocas indicaciones o condicionamientos, salvo un compromiso de ir reduciendo el déficit a lo largo de 4 años. Es decir, Argentina tendría “permiso” para seguir endeudándose. 

Si tanto se critica la deuda, debiéramos hacer un esfuerzo para reducir el déficit rápidamente, en lugar de alquimias con DEGs, SWAPs u otros imaginativos trucos contables.

El déficit podría solucionarse con más impuestos o con menos gastos. Por el lado de los impuestos es difícil imaginar una mayor carga tributaria. Año contra año, los ingresos aumentaron +87,3%, débitos y créditos +95% y contribuciones a la seguridad social +78,7%. Es decir, los impuestos subieron mucho más que la inflación.

Por el lado de los gastos, y también considerando año contra año, las erogaciones totales crecieron 77% en 2021. Subsidios +96%, gastos de funcionamiento +92%, mientras que prestaciones sociales subieron por debajo del aumento general de los gastos en +65,5% con jubilaciones creciendo +58% frente a una inflación de 50,9%.  Los números marean. Baste saber que lo que se recaudó sólo cubrió poco más del 70% de lo necesario para cubrir los compromisos incluyendo al BCRA.

Para reducir el déficit deberíamos concentrarnos en reducir el gasto, y por supuesto algún día lograr un sistema fiscal más lógico. Varios partidos políticos han propuesto una reducción de impuestos para no paralizar la economía. Me encanta como propuesta y más me gustaría escuchar cómo se va a reducir el gasto, sobre todo haciendo más eficiente el actual. Aun cuando no tuviéramos un problema de endeudamiento ni déficit, lo mismo deberíamos reducir el gasto público total ya que es muy difícil que el sector privado pueda crecer si debe pagar una carga tributaria suficientemente alta para mantener semejante gasto público.

Sin acuerdo con el FMI Argentina tendría que hacer un gigantesco esfuerzo para cumplir sus compromisos sin ningún tipo de otro crédito. Un default sería muy grave ya que se superpondría sobre una situación de estancamiento de varios años. 

Aun cuando no tuviéramos un problema de endeudamiento ni déficit, lo mismo deberíamos reducir el gasto público total ya que es muy difícil que el sector privado pueda crecer si debe pagar una carga tributaria suficientemente alta para mantener semejante gasto público.

Un acuerdo “solo” significa que se postergan pagos, y que se puede acceder a financiación de otros multilaterales. Esta posibilidad nos da tiempo para organizar la economía de forma tal que sea más productiva y ganemos en competitividad. Con o sin FMI algún día tendremos que hacerlo. De lo contrario, tendremos más inflación y menos recursos. 

Enojarse con el FMI por lo que sabemos que tenemos que hacer para volver a crecer es equivalente a enojarse con el cartero que trae malas noticias. No nos quedemos sin futuro.

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