Política

Estados Unidos con Biden: es la credibilidad, estúpido

Biden es un presidente que se ha desdibujado en corto tiempo, y aparece como lento o irresoluto frente a la pléyade de demandas internas y externas que tiene

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Al momento de aparecer estas líneas en Faro Argentino, la administración de Joe Biden cumplirá un año, y la nota pretende echar una mirada desde el punto de vista geopolítico de estos doce meses. Para hacerlo de entrada, fijaré algunos puntos que a mi juicio son centrales para dar el marco en el que la administración demócrata debe desenvolverse. Ahí vamos!!

El mundo tendrá como principal referencia a una sociedad que fomenta la libertad individual o por el contrario el orden global será arbitrado por una que niega esa libertad individual.

  • EE.UU. Es la única superpotencia de capacidades globales en todo el planeta. Ya me he expresado sobre esto en mi artículo ¿Logrará China ser potencia militar global? – Faro Argentino donde doy pautas para comprender esa categoría clave para ejercer poder; y desde hace ya varios años, diría que particularmente desde los días de Obama, ha iniciado su pivot al Asia, donde observa que se jugará en el futuro su prevalencia entre las naciones.
  • China. como potencia regional, emplea su capacidad económica global para extender sus capacidades estratégicas en la Cuenca del Índico y simultáneamente desarrollar una fuerte amenaza sobre Taiwán.
  • Rusia, varios escalones por debajo de China, focaliza su atención en Asia Central, en Medio Oriente para sostener a su aliado sirio y fundamentalmente en asegurar sus fronteras occidentales, tabicando a la OTAN y haciendo de Bielorrusia y Ucrania tapones estratégicos.
  • La Unión Europea carece de liderazgos desafiantes y atraviesa una etapa de tratar de preservar un statu quo, quizás esperando que otros políticos en el futuro resuelvan sus aspiraciones de una defensa común creíble sin el paraguas de Washington.
  • Francia y el Reino Unido son los únicos países europeos con capacidad nuclear y con intereses globales e intención manifiesta de utilizar la fuerza en su defensa. Incluso, para el caso de Londres, sin la anuencia de Washington en ciertos casos.
  • Israel ha dejado de ser el Estado Judío rodeado de enemigos para convertirse en la potencia regional de Medio Oriente, que aglutina a otras naciones poderosas de la región tanto en temas de seguridad mutua como generando un ambiente de desarrollo común sin precedentes. Israel ya no necesita de EE.UU. para garantizar su seguridad vital, ni espera de Washington autorización alguna para tratar temas sensibles per se. Irán debe temer mucho de Jerusalén y sus aliados del Medio Oriente, antes que a las sanciones de Occidente.
  • India, en el Sur de Asia, es el único actor en condiciones de ejercer per se una disuasión nuclear a China y lo hace al tiempo que mantiene un abanico de interacciones políticas internacionales que le dan flexibilidad y sostén a una mirada propia de sus intereses, especialmente en la Cuenca del Índico.
  • El terrorismo islámico es la amenaza común a todos los actores relevantes del escenario estratégico, y más allá del coqueteo táctico de alguno de ellos con sus diferentes ramas, su amenaza no decaerá en el futuro previsible.

Los aspectos que hemos listado están ahí influenciando, junto a otros sin dudas, pero lo harían independientemente de quien estuviera a cargo de la Administración en Washington.

No creo que Biden sea un hombre ciego a los factores que mencioné, ni a los gigantescos desafíos que el mundo libre enfrenta. Y no tengo prurito alguno en expresar mundo libre, pues al final del día, es lo que está en juego en términos geopolíticos: El mundo tendrá como principal referencia a una sociedad que fomenta la libertad individual o por el contrario el orden global será arbitrado por una que niega esa libertad individual.

Creo que Biden es víctima de su propia creación, que es el haber tolerado, fomentado o heredado (¡cada cual use el término que considere… o todos!!), una coalición que tiene un ala radicalizada que descree de los valores que hicieron de EE.UU. el actor indispensable para sostener la idea de un mundo menos despótico, más tolerante y vivible.

Esa radicalización de un sector importante del partido Demócrata es acompañada en espejo por otra en el Partido Republicano que también ama el aislacionismo a ultranza y, bajo un discurso de presunta libertad individual y rechazo a la política, ha promovido lúmpenes como fuerzas de choque totalmente inaceptables, en paralelo a otros grupos de asociales que, del lado Demócrata, exacerban divisiones raciales o hacen un revisionismo histórico propio de sociedades amantes de la irrelevancia, como es la nuestra.

Esa disputa entre posiciones radicalizadas, menores pero potentes, acompañadas de líderes que o bien no saben contenerlas u optan por usarlas como factor de poder; es algo que se observa fuera de EE.UU. y se lo hace con preocupación. Pues lo quieran o no sus ciudadanos, es su país, esa enorme creación colectiva, la única capaz de generar políticas que se opongan a tendencias globales que atentan contra las libertades de los hombres.

Esas tensiones en la Administración Biden hacen contraste, por ejemplo, entre su posición de apoyo a Israel y la convivencia con un sector de los Demócratas que no deja de criticar al gobierno de Jerusalén, apoyando incluso a grupos como Hamas. O bien calificar de asesino a Putin y buscar maneras de apaciguarlo ante la crisis en Ucrania.

No se trata de buscar un Biden que se envuelva en una cruzada guerrera; sino en si está en condiciones de atravesar la natural etapa de incertidumbre que sigue a la caída de Afganistán en manos del Talibán. Profundicemos esto un poco.

EE.UU. y la OTAN, aunque otras naciones también, participaron durante veinte años en distintos modos e intensidades, desarrollando operaciones militares en Afganistán al termino de las cuales, el grupo que controlaba ese país, y que fuera desalojado a fines del 2001, se hizo nuevamente con el control del mismo.

Ese hecho, del cual también nos hemos ocupado en Faro Argentino AFGANISTAN: razones de una derrota y el futuro – Faro Argentino, genera en todo el ámbito de la geopolítica dudas sobre la credibilidad de EE.UU. para honrar sus diversos compromisos relacionados a la seguridad en lugares como Taiwán y toda la región del Pacífico cercana a China, así como Europa Occidental.

Antes de seguir, todas esas zonas del mundo son críticas para Washington si desea seguir siendo una superpotencia global indiscutible y tengo para mí que su elite es claramente consciente de que esto es así. Sin embargo, la incertidumbre existe sobre el grado de compromiso que EE.UU. puede llegar a evidenciar ante crisis en esos espacios claves.

Creo que esa incertidumbre se explica por dos razones:

  • La natural reticencia con que la población en general de EE.UU. enfrentará toda demanda de despliegue de tropas luego de los resultados de Afganistán.
  • El gap tecnológico y doctrinario que las FFAA de EEUU (aplica a UK también…) durante décadas de una demanda de combates contrainsurgentes.

El tema de la desconfianza de la población de EE.UU. a los despliegues prolongados de tropas de combate es justificado ya que tanto el caso de Vietnam y el de Afganistán son parecidos en cuanto a:

  • Numerosos contingentes y astronómicas cifras gastadas en las campañas
  • Cambiantes objetivos políticos y militares durante las campañas y resultados magros o directamente irrelevantes
  • Evidencia que todo lo relacionado a campañas contrainsurgentes, pese a los estudios y doctrinas elaboradas en EE.UU. para hacer frente a las mismas; en algún punto chocan sin posibilidad de conciliar las miradas de los decisores políticos y militares. (Esto da para un artículo en algún momento del futuro).

EE.UU. ha afrontado campañas relativamente largas como la 2da Guerra Mundial, con un apoyo de la población fluctuante, como en toda guerra, pero sin que se pierda la confiabilidad en los objetivos y que el gobierno hará lo posible por vencer lo más rápidamente posible.

Este tema puede revertirse, en la medida que EE.UU. logre canalizar las divisiones que mencionamos al comienzo del artículo, pues resulta ello indispensable si se aspira a contar con el apoyo de la ciudadanía a esfuerzos bélicos en el futuro, algo que, en la posición de una nación como EE.UU., o Francia o el Reino Unido es algo que se descuenta que sucederá en algún momento.

El problema que Biden enfrenta es de credibilidad mientras el proceso político interno en EE.UU. se desarrolla y el gap tecnológico/doctrinario se cierra.

El otro aspecto es el de gap tecnológico y doctrinario de las FF.AA. de EE.UU. Las demandas de dos décadas de guerra contrainsurgente hicieron que incluso tropas entrenadas para proporcionar fuego de artillería se capacitaran para realizar patrullajes, controlar puestos de observación, y otras actividades contrainsurgentes. Ello afecta la capacidad militar de desarrollar operaciones militares en espectro de demanda más alto, como el que significaría enfrentar en combate directo a naciones como Rusia o China, donde muy distintas serían no solamente las destrezas necesarias, sino los niveles de interacción requeridos. A ello se suma un muy lento proceso de mejoramiento tecnológico de buena parte del material bélico, particularmente en el Ejército y los Marines. Ese proceso se ha iniciado incluso antes de la caída de Kabul, es sumamente amplio, complejo e incluye todo el sistema estratégico nuclear, que aunque nos resulte poco creíble, dependía en algunos de sus aspectos críticos de tecnologías de fines de los ochenta.

El mejoramiento de las capacidades tecnológicas y doctrinarias, es decir los conceptos rectores para operar contra un enemigo; están avanzando con resultados ya evidentes, como es por ejemplo la vuelta al mar de los Marines, las nuevas capacidades aéreas, mejoras en equipos de todo tipo y un enfoque centrado en combates contra fuerzas de capacidades similares o superiores a las de EE.UU.

El problema que Biden enfrenta es de credibilidad mientras el proceso político interno en EE.UU. se desarrolla y el gap tecnológico/doctrinario se cierra. Es posible que en un lustro el último de los temas esté muy avanzado, sobre todo en los aspectos más críticos de las capacidades de disuasión estratégica nuclear. Sin embargo, la cuestión de la tendencia a los extremos en la sociedad estadounidense aparece no como insoluble, creo que han afrontado desafíos harto más complejos; pero requerirá de parte de Demócratas y Republicanos de un giro a la moderación, algo que algunos de sus líderes no muestran a menudo.

Esta brecha de tiempo es crítica y potencialmente peligrosa. Exige del Presidente de EE.UU. evidenciar liderazgo y confianza; algo que en este año de gestión Biden, posiblemente, no haya logrado. Quizás por las dificultades que internamente soporta. Quizás porque muchos de sus pares, especialmente en Europa, son particularmente elusivos a compromisos serios ellos mismos y dejan a Washington el peso de afrontar los desafíos de su seguridad colectiva. Lo que explica las actitudes desafiantes y hasta ramplonas de Putin en Ucrania.  Sin embargo, y contrario a esto, Biden puede mostrar decisión generando la alianza AUKUS (Australia-Reino Unido y EE.UU.) para enviar un mensaje de fortaleza en Asia, arriesgando en la maniobra la relación con un aliado como Francia.

Arriesgo a pensar, que consciente de sus propios problemas, Biden elegirá una estrategia doble para Europa y otra para el Pacífico. En el primer caso, donde la decisión europea por contener a Putin es claramente débil o inexistente, es probable que una suerte de modus vivendi surja entre Washington y Moscú, que no solucione el conflicto, pero permita maneras de salvar la cara de ambos.

En el Pacífico, donde existe entre los “vecinos” a China una real sensación de peligro, creo que Biden tratará de contener a China potenciando acuerdos como el Qua driteral Security Dialogue (EE.UU., India, Japón y Australia), el ya mencionado AUKUS e intensificando la presencia anfibia en las aguas internacionales del Mar de la China con ejercitaciones, demostraciones y otras acciones propias y con aliados regionales y extra regionales. En este lugar hay un tema clave: Taiwán. Hay una ventana de oportunidad china de +/- 5/7 años para una acción militar que le asegure tomar Taiwán antes que el gap de las FF.AA. de EE.UU. sea resuelto. Pienso que hay mucho más de retórica y mensaje interno en Beijing que una jugada de acción directa, pero desde la llegada de Xi al poder, la impredecibilidad ha aumentado en no pocas cosas relacionadas con China. Ese es un tema peligroso, tanto que puede desembocar en un intercambio nuclear.

Biden es un presidente que se ha desdibujado en corto tiempo, y aparece como lento o irresoluto frente a la pléyade de demandas internas y externas que tiene. Para los que necesitamos de EE.UU. como último garante frente a quienes sostienen valores alejados del respeto de las libertades individuales, nos resta esperar que sea consciente de la transición que conduce, y que el núcleo duro de ambos partidos coadyuve a que ello suceda.  El fracaso en esto no será de Biden exclusivamente, y el riesgo de generar una situación por momentos irremontable es altísimo. La moneda está en el aire.

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