Macron, Le Pen y la máxima de Eclesiastés
Hasta la década de 1970 el sistema de partidos francés – que nació, como señaló la filósofa Simone Weil (1909-1943) durante el período del Terror entre jacobinos y girondinos – estuvo estructurado por una derecha más o menos arraigada en el catolicismo y una izquierda en el socialismo y su variante comunista tomando el lugar de la contra-Iglesia. En cierto modo, una tesis y su antítesis que mantuvo al escenario político francés en una estabilidad ejercida por un «peso ideológico «.

Según la lección de Maquiavelo, Macron supo modelar su discurso para seducir a los votantes de derecha y de izquierda, fue el grado cero de la ideología; pero más allá del realismo maquiavélico, su filosofía política se reduce a un pragmatismo radical cubierto por una tenue pátina de humanismo.
La noche del 7 de mayo de 2017 fue ideal para repetir la fría máxima del Eclesiastés: “Una generación se va y otra generación viene”. Había dos cadáveres: el partido socialista y los republicanos de centro derecha. Fue un cambio de época, el final de un periodo que comenzó con la formación, hace dos siglos, de la división francesa entre la derecha y la izquierda. Ese día fue la muerte de las ideologías modernas y de los partidos políticos tradicionales en Francia. En su discurso al ganar la primera vuelta, Emmanuel Macron dijo: “Hemos cambiado la cara de la vida política francesa” y por supuesto que fue así. Él era el claro exponente del hombre político emancipado de las ideologías del siglo XX; ni de derecha ni de izquierda, que asimiló bien la lección de Maquiavelo: “la virtud del político auténtico consiste en saber aprovechar las circunstancias en que obra, la fortuna [suerte], con el objetivo de conquistar el poder”. Y las circunstancias fueron extremadamente propicias: una izquierda desgastada por el poder, una derecha ahogada en la corrupción y un sistema electoral que, con el 24% de los votos en la primera vuelta, le permitió obtener un plebiscito en la segunda, pulsando las cuerdas del miedo al Frente Nacional de Marine Le Pen. Según la lección de Maquiavelo, supo modelar su discurso para seducir a los votantes de derecha y de izquierda, fue el grado cero de la ideología; pero más allá del realismo maquiavélico, su filosofía política se reduce a un pragmatismo radical cubierto por una tenue pátina de humanismo. Durante la campaña electoral, no pedía la adhesión a un proyecto o a valores, pedía la adhesión a su persona. Detrás de sus modos afables hay una nueva concepción de la política que, casi sin mediaciones, expresa el nuevo ethos, sin ideología.
¿Qué pasó con la ultra derecha?
En 2011, desde que Marine Le Pen llega a la dirección del Frente Nacional (FN, partido creado por su padre Jean-Marie Le Pen en 1972), comienza el cambio de piel: le cambia el nombre a Rassemblement National (RN), el discurso se transforma, las referencias ideológicas y políticas ya no son las mismas y el posicionamiento de la agrupación en el escenario político también sufre una notoria modificación. Ahora se preocupa por su respetabilidad, procura integrarse al sistema de la Quinta República mediante la propuesta de protagonizar una alternancia política al sistema de la Unión Europea y a los partidos tradicionales, pero ya no desea aparecer como una fuerza radical.

Lo que no entendió Marine es que al “normalizarse” se suicidó hasta el punto de parecerse a La République En Marche de Macron
El Frente Nacional de Jean-Marie había sido capaz de congregar diferentes corrientes de la extrema derecha francesa y posteriormente había reunido al electorado decepcionado de los partidos políticos tradicionales. Lo que no entendió Marine es que al “normalizarse” se suicidó hasta el punto de parecerse a La République En Marche (LREM) de Macron.
En 2017 Marine Le Pen no logró aprovechar la oportunidad de verse contrapuesta al outsider Macron. Ella pensaba que podía presentarse como la candidata de los patriotas, de los defensores de la soberanía, auténtica representante de la Francia profunda contra el candidato de las finanzas internacionales, el hombre de Bruselas y de la troika. En definitiva, la Nación contra el globalismo. Pero según el juicio unánime de todos los analistas y de sus propios asesores, su campaña para el ballotage fue pésima y su desempeño televisivo durante el debate, desastroso. Muchos hablaron de errores tácticos e inconsistencias comunicacionales; pero el motivo más profundo es una orientación inestable, expresión de una transición incompleta a una derecha nacionalista que todavía no consigue parecer legítima ni respetable según los cánones de la democracia liberal.
Durante estas últimas décadas de ajuste y violencia económica y social plasmados por todos los gobiernos, el FN-RN logró canalizar la protesta de las clases populares, volverse la válvula de escape de un malestar y de un sufrimiento crecientes en los estratos profundos de la sociedad. Pero Marine no se volvió una fuerza de gobierno. En su esfuerzo por conquistar una respetabilidad republicana, se aleja cada vez más de los extremismos. Pero el teatro político francés no quiere ni necesita un bis de Macron. ¿Quién lideró una campaña en torno a la idea del “gran reemplazo”? No fue Marine Le Pen, fue Eric Zemmour.
Zemmour como caballo de Troya en la «ultra derecha«
Desde el comienzo del 2019, Eric Zemmour ha sido omnipresente en los medios. Periodista, ensayista y polemista con amplio conocimiento en la opinión pública desde hace más de dos décadas, autodefinido bonapartista y gaullista. Todo apunta a que el lanzamiento de Zemmour en la carrera presidencial comenzó hace dos años atrás. Zemmour está impulsado por el multimillonario mecenas del ex presidente Sarkozy, Vincent Bolloré, propietario del grupo Canal +. El actual candidato regresó a CNews con su propio programa, Face à l’Info, el 14 de octubre de 2019. Desde entonces, ha ocupado el espacio mediático como nunca antes.

El New York Times le dedicó veinte páginas completas. El periódico central de la izquierda estadounidense, leído en todo el mundo occidental, pintó un retrato gratificante de Zemmour, presentándolo como una especie de líder de la derecha conservadora
Ocho meses antes, el 6 de febrero de 2019, el New York Times le dedicó veinte páginas completas. Este periódico central de la izquierda estadounidense, leído en todo el mundo occidental, pintó un retrato gratificante de Zemmour, presentándolo como una especie de líder de la derecha conservadora. Dos figuras claves son Jonathan Nadler, un banquero de JP Morgan que pasó por el banco Rothschild, que dirige la célula económica, y Julien Madar, que también procede del banco Rothschild y se encarga de la recaudación de fondos para la campaña de Zemmour. Radio France confirmó:
“[Jonathan Nadler y Julien Madar] Prefieren permanecer en la sombra y dejar el protagonismo mediático a las redes de financiación tradicionales de la derecha nacional. En particular, al empresario ultraliberal e identitario Charles Gave».
Charles Gave desempeña el papel de chivo expiatorio, cargar con la culpa del zemmourismo, mientras que los verdaderos banqueros partidarios de Zemmour están escondidos. Otros partidarios son: Gilbert Caron, que se encarga de los spots de la campaña; el ejecutivo publicitario Daniel Kazan, exdirector creativo de Apple; Frank Tapiro, que inventó eslóganes para Sarkozy en 2007 y ha apoyado a Macron anteriormente; Nicolas Zysermann, tesorero de la asociación Les Amis d’Éric Zemmour, que en 2016 fue referente de los Jeunes avec Macron en una universidad canadiense.
Junto con los capitales de la banca internacional, Zemmour cuenta con el apoyo financiero de las principales empresas y conglomerados internacionales: Henri de Castries, presidente y director general de Axa del 2000 al 2016, director de Nestlé y HSBC, ex presidente del Instituto Montaigne y presidente del Grupo Bilderberg desde 2012; Godefroy de Bentzmann, presidente de Syntec Numérique desde 2016 y copresidente de Devoteam junto con su hermano Stanislas de Bentzmann, que dirige con él la empresa de consultoría en innovación; y Nicolas de Tavernost, Director General del Grupo M6 entre otros.

Su narrativa electoral se resume a un solo tema: “la gran sustitución”, una teoría que sostiene que la población blanca y con antepasados europeos está siendo sustituida por población de origen africano y árabe con la complicidad de las élites de Francia
El 30 de noviembre pasado Zemmour lanzó el spot presentación de la campaña. El vídeo mezcla su voz con imágenes que muestran, de un lado, una Francia actual violenta y en llamas, y del otro figuras y episodios de un pasado glorioso: desde Napoleón y Juana de Arco a Jean-Paul Belmondo e incluso el cantautor ácrata Georges Brassens. Zemmour aparece sentado en una mesa con una biblioteca de libros antiguos al fondo y un viejo micrófono de radio. No habla al público, sino que lee un texto: una referencia al 18 de junio de 1940, cuando el general Charles de Gaulle llamó desde la BBC en Londres a la resistencia contra la ocupación alemana. La narrativa electoral se resume a un solo tema: “la gran sustitución”, una teoría que sostiene que la población blanca y con antepasados europeos está siendo sustituida por población de origen africano y árabe con la complicidad de las élites de Francia que, según Zemmour, se aboca a una guerra civil. Él cree que puede evitarla.
“No nos dejaremos dominar, convertir en vasallos, conquistar, colonizar”, dijo. “No dejaremos que se nos sustituya”.
La alianza Macron-Zemmour
Eric Zemmour, pretende tomar la defensa de la gente común, pero se niega categóricamente a abordar las causas de su empobrecimiento. Y lo dijo varias veces. Por ejemplo, el 23 de junio de 2021, durante su programa, se opuso al Frexit cuando le preguntaron si Francia podía seguir el ejemplo de Gran Bretaña; sin embargo hasta 2013, dijo que estaba a favor de dejar el euro, una moneda desastrosa para la economía francesa.
La existencia política de Macron indica no sólo la desaparición de la escisión izquierda / derecha sino también la nueva escisión: el pueblo y la elite que dio origen al actual presidente de la Nación. Una oposición que comenzó a tomar la forma de un enfrentamiento físico con el movimiento de los chalecos amarillos en 2018, y que la gestión de la pandemia 2020, las vacunas y el pase sanitario en 2021 no hizo más que aumentar en tensiones sociales y en número de manifestantes.

Eric Zemmour, pretende tomar la defensa de la gente común, pero se niega categóricamente a abordar las causas de su empobrecimiento.
En una encuesta de octubre de 2021 (del Instituto Elabe para BFM TV), el 52% de los franceses considera decepcionante la gestión de Macron como jefe de Estado, número que se explica por el abandono de los empleados públicos y jubilados que le aseguraron la elección en 2017. Y son ellos quienes, paradójicamente, ahora son el blanco de las reformas del gobierno macronista.
Los chalecos amarillos fueron identificados como la periferia de Francia, pero los estudios sociológicos han perfeccionado el retrato socioprofesional de estos franceses que han salido a la calle. El estudio de Elabe-Institut Montaigne especifica que estaban compuestos por un 26% de trabajadores y un 21% de empleados. La política de encierros y restricciones por la pandemia han tenido el efecto de la destrucción de la economía francesa. En 2020, Francia experimentó una recesión masiva, la mayor desde la Segunda Guerra Mundial, con una caída del 8,2% del PBI. Y el dato alarmante respecto de la alta tasa de desempleo del 8,1% de la población activa en el primer trimestre de 2021, puede ser engañoso porque sólo incluye a los solicitantes de empleo registrados en el Pôle Emploi y no a los que han sido dados de baja.
El pasado verano se sumaron a las protestas los movimientos de ciudadanos contrarios a las vacunas y el pase sanitario, manifestantes bastante más educados y que forman parte de clases medias urbanas. De este modo, a la oposición de la Francia periférica se ha sumado la burguesía de las grandes ciudades (20 a 25% de la población) contra la elite. Esta masa central atomizada (a nivel profesional), reúne: profesiones intermedias (técnicos, enfermeras, etc.), empleados calificados y artesanos o pequeños comerciantes; se caracterizan por su pauperización y su caída en el nivel de vida. Y va aumentando, desde abajo, con las capas altas de la clase obrera y, desde arriba, con los jóvenes empobrecidos de la pequeña burguesía.
Esta guerra abierta, empobrecimiento masivo y la completa desaparición de las libertades individuales podrían acabar con la «inconsciencia de clase» que impedía que parte de la masa central atomizada se uniera a los chalecos amarillos. Es en este contexto que Eric Zemmour anuncia su candidatura a las elecciones presidenciales. Su discurso está lógicamente volcado hacia la burguesía, la derecha y más precisamente a la identidad. De este modo, la candidatura de Zemmour fortalecería «mecánicamente» a Macron.

Esta guerra abierta, empobrecimiento masivo y la completa desaparición de las libertades individuales podrían acabar con la «inconsciencia de clase» que impedía que parte de la masa central atomizada se uniera a los chalecos amarillos.
El destino de Eric Zemmour será el resultado de contener la partitura de la derecha clásica, ya que tiene un programa económico, social y de identidad que corresponde a la franja de la derecha que votó a Fillon (LR). Durante una entrevista concedida el 27 de septiembre de 2021 a Sud Radio, Zemmour dijo que su objetivo era reactivar el Ressemblement pour la République (RPR, partido conservador gaullista), es decir operar el empalme entre el electorado de Les Républicains (LR) y el electorado del partido de Marine Le Pen (RN):
“El RPR fue una síntesis entre las clases populares de derecha, que no votaron por los comunistas, y la burguesía. Entre el pequeño artesano, el pequeño comerciante y los grandes dependientes del Estado, lo que hoy llamamos tecnócratas. En ese momento, fue positivo, hubo esta alianza. Ese fue el RPR. Y hoy, el problema es que tienes las clases populares que votan el RN, tienes el CSP + burgués y los jubilados que votan LR. Unos y otros separados no pueden ganar. Así que tenemos que unirnos, rehacer sociológicamente el RPR”.
El movimiento de pinza para acabar con Marine
La alianza Macron-Zemmour consiste en dar la ilusión de recomposición de la división política izquierda / derecha. La “nueva ultra derecha”, apoyada por las finanzas internacionales y representada por Zemmour, influirá en Macron, devuelto a posiciones neoconservadoras. Al tiempo que, lo que queda del centro derecha representada por Valérie Pécresse, consagrada candidata a presidente por LR desde el 4 de diciembre, influirá en Le Pen.
Luego de la designación de Pécresse y del primer mitín de Zemmour, la candidata de LR comenzó a ganar puntos en los sondeos. La exposición mediática y las encuestas tienen como objetivo elevar a Zemmour y establecerlo como un líder de la derecha, presionando y debilitando a Marine Le Pen. Al tiempo que Marine al normalizarse perdió su lugar en la ultra derecha, tampoco puede presentarse como candidata moderada, porque ese espacio ya lo ocupa una republicana histórica de centro derecha.

La alianza Macron-Zemmour consiste en dar la ilusión de recomposición de la división política izquierda / derecha
En definitiva, la operación consiste en establecer una unión de derecha para desviar al electorado del partido político de Marine Le Pen. La idea es repetir la hazaña de Nicolas Sarkozy que, gracias a Patrick Buisson, atrajo a parte del electorado del Frente Nacional en 2007. Pero esta vez se trata de destruir el RN y a Marine, y, desde las ruinas del partido fundado por el padre Le Pen y LR, construir un partido o movimiento de derecha, neoconservador y liberal, enterrando definitivamente el radicalismo político y cualquier idea de salida de la OTAN, de la UE y del euro. Solo quedará la lucha verbal contra la inmigración y el discurso obsesivo antiislámico.
El colapso de los partidos políticos, posterior a la muerte de las ideologías estructuradoras, reveló la división fundamental de la sociedad francesa, a saber, la oposición entre el pueblo y la elite. Esta reconfiguración política de la derecha que consiste en renovar el sistema acentuará la oposición elite / pueblo porque los segmentos populares, la Francia periférica y las clases medias empobrecidas ya no tendrán un representante político que reclame defender sus intereses.