Política

La peligrosa aventura de todos los días

Los argentinos vivimos una peligrosa aventura todos los días, no sabemos por cuánto tiempo tendremos trabajo ni cuál nueva regulación prohibirá algo.

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Entre 1914 y 1916, el capitán Ernest Shackleton y sus hombres protagonizaron una legendaria expedición a la Antártida.

El anuncio buscando tripulantes es famoso. Decía: “Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito«.  Buscaba voluntarios para «la última gran travesía terrestre pendiente«.

Por extraño que parezca, creo que hay varios millones de argentinos que vivimos diariamente una proeza similar. Los que todavía trabajamos lo hacemos con gran incertidumbre, nuestros hijos tienen acceso a una educación que es un retazo de lo que alguna vez fue y los jubilados tienen ingresos insuficientes.

Hoy ese aviso tendría serios problemas: no considera la perspectiva de género, ni derechos adquiridos por el mero acto de participar, se debería asegurar un ingreso cualquiera que fuera el resultado y francamente, el honor en tiempos de fake news dura bastante poco. Por cierto, no faltaría quien diga que ni con el honor, ni el cemento se come.

Sin embargo, en 1914 se presentaron miles de aventureros. Shackleton seleccionó a 26 hombres que iban a acompañarlo en la travesía de la Antártida, en la que ha sido la  mayor proeza de la exploración polar. Sus barcos Endurance y Aurora no soportaron los vientos y hielo, pero sus hombres superaron meses de peligros. 

Por extraño que parezca, creo que hay varios millones de argentinos que vivimos diariamente una proeza similar. Los que todavía trabajamos lo hacemos con gran incertidumbre, nuestros hijos tienen acceso a una educación que es un retazo de lo que alguna vez fue y los jubilados tienen ingresos insuficientes. Tres generaciones -actual, futura y pasada- están con serios problemas y no hay un líder como Shackleton a la vista, que indique los problemas pero también los beneficios futuros.

Ya sé… soy economista, y Ud cree que debería hablar del dólar e inflación. Pero esos ya no son los principales problemas argentinos.

El punto es que creo que debemos dejar de esperar un líder extraordinario y simplemente trabajar con sentido común, permitir que las personas y empresas  puedan concentrarse en hacer mejor lo que saben hacer.

Ya sé… soy economista, y Ud cree que debería hablar del dólar e inflación. Pero esos ya no son los principales problemas argentinos. El principal problema económico es el desempleo, y los problemas sociales pasan por la inseguridad. La economía está muy cerrada y con dificultades para financiar a las familias, empresas y al propio Estado.  Así no puede haber crecimiento ni pensar en innovación.

Tenemos un sistema altamente regulado que casi no tiene “pesos y contrapesos”, lo que permite que un reducido grupo de funcionarios pueda actuar con marcada discrecionalidad, desprestigiando a los miles que –quiero creer- todavía trabajan por el país.

Los argentinos vivimos una peligrosa aventura todos los días, no sabemos por cuánto tiempo tendremos trabajo ni cuál nueva regulación prohibirá algo. Nótese que ni siquiera he mencionado los recientes problemas de salud, de los que nadie está exento.

Todos en el país somos –sin quererlo- una tripulación arriesgada como la del Endurance

Esta peligrosa aventura puede convertirse en algo positivo si más pronto que tarde desmantelamos la maraña de regulaciones e impedimentos que nos agobian. Claro, sería mejor tener controlada la inflación con gasto público razonable y eficiente. No pido tanto: sólo que nos dejen trabajar en paz.

Todos en el país somos –sin quererlo- una tripulación arriesgada como la del Endurance. Nuestra peligrosa aventura no requiere ir y volver de la Antártida en un pequeño barco a vela. Estoy segura que tendrá un final feliz el día que se  pueda conservar el fruto del esfuerzo que hoy se llevan amiguismos, impuestos, juicios, cuarentenas, ahorros en el exterior  y algún que otro piquete que destroza años de esfuerzo.

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