Política

Alfonsín, aunque la verdad duela

Aunque fuera sólo una reacción producto del olvido, me sentí obligado a escribir esta muy incompleta reseña.

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Charlando con amigos surgió el nombre de Raúl Alfonsín, al que siguió un suspiro de admiración, como si habláramos de Konrad Adenauer. Si quienes vivieron aquel turbulento período lo miran con inmerecida benevolencia, ¿Cómo no lo harán, entonces, quienes no lo vivieron? Aunque fuera sólo una reacción producto del olvido, me sentí obligado a escribir esta muy incompleta reseña.

Su capital político se gastó en ensoñaciones como el “Tercer movimiento histórico” (Yrigoyen, Perón y Alfonsín) y el traslado de la Capital Federal a Carmen de Patagones.

Alfonsín fue el único capaz de derrotar al peronismo unido. Con un histórico 52% de votos, tuvo un poder inédito que pudo haber aprovechado para cambiar de raíz viejos males. Tristemente, ese capital político se gastó en ensoñaciones como el “Tercer movimiento histórico” (Yrigoyen, Perón y Alfonsín) y el traslado de la Capital Federal a Carmen de Patagones.

Antes de cumplirse un año de gobierno, ya se había celebrado un plebiscito inconstitucional (“el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes”, dice la Constitución) por el cual se violó el principio bioceánico y se regaló el Canal de Beagle a Pinochet. Se presentó a la gente una falsa alternativa: votar “sí”, era hacerlo por la paz; votar “no”, era apoyar una guerra. Se ocultó que quedarían pendientes de resolución una veintena de diferendos limítrofes con Chile, luego arreglados por Menem y su canciller Di Tella.

Alfonsín se negó a firmar el “cese de hostilidades” con el Reino Unido, por lo que, técnicamente, Argentina seguía en guerra. Hablando en los jardines de la Casa Blanca, tuvo el mal gusto de acusar a Ronald Reagan de subir las tasas de interés y de exigirle un “orden económico internacional más justo”. Alfonsín no era capaz de entender que EE.UU. luchaba contra la inflación con un remedio eficaz: las tasas de interés (que no subía Reagan, sino la Reserva Federal).

La corrupción estuvo tan presente como antes y después. Tal vez más desperdigada, en especial en las empresas públicas. Un dato: YPF tenía 47.000 empleados y era la única petrolera que daba pérdidas; cuando fue privatizada, daba beneficios con 40.000 empleados menos. La diferencia era que, como el gobierno era el dueño de los canales 11 y 13 de TV, nunca podrían haber existido durante el gobierno de Alfonsín las cámaras ocultas con las que esos canales, una vez privatizados, descubrieron casos de corrupción. La “tolerancia” a la crítica era tal, que el gobierno de Alfonsín levantó el programa de Bernardo Neustadt (entonces líder del periodismo político). Lo mismo que a comienzos de 1976 había hecho Isabel Perón.

Las ideas económicas de Alfonsín eran tan rudimentarias que creía que, con sólo poner en marcha las instituciones democráticas, la economía se iría arreglando. Se intentó controlar la inflación prohibiendo la venta de carne (Alfonsín pensaba que la demanda de carne era excesiva, provocando inflación, por el “facilismo” -sic- de las amas de casa que cocinaban, según él, demasiados bifes). La emisión monetaria descontrolada, los inútiles controles de precios, el intervencionismo exagerado, el dólar paralelo y el déficit fiscal desbocado, entre otras cosas, fueron la norma durante la gestión alfonsinista.

Su idea de “modernización” era el Plan Megatel: pagar una cuota durante tres años, si mal no recuerdo, para luego tener una línea de teléfono. Muchos confiaron (era casi imposible conseguir una línea; un departamento con teléfono costaba mucho más que otro que no lo tuviera), pero el Plan Megatel fue otro fracaso, que acabó con una condena por desvío de fondos públicos.

Pongámonos pesimistas y supongamos que 2021 termina con una inflación acumulada del 80%. Aun así, sería un dato preferible al mejor año de Alfonsín: 1986, cuando el IPC subió 82%. Cuando llegó al poder, la inflación anual era 434%; cuando se fue, 3.611%. La ineptitud de la gestión alfonsinista puede sintetizarse con un solo dato: 1.972.211%, que fue la inflación acumulada durante esos cinco años y medio (488% promedio anual).

“Cualquiera tiempo pasado fue mejor”, escribió Jorge Manrique. Como toda regla, tiene sus excepciones. Los años de la presidencia fallida de Alfonsín es una de ellas.

Por irresponsable cálculo electoral, convocó las elecciones presidenciales para siete meses antes de la entrega prevista de mando. Incapaz de terminar su mandato (algo normal en los presidentes de la UCR), dejó al país en caos, incluyendo terribles saqueos a comercios. Cumplió un servicio útil al acordar la reforma de la Constitución (aunque su argumento para hacerlo fue que “mejor cuatro (años más) de Menem, que seis de Duhalde” -sic-), pero acabó de la peor manera: boicoteando a un gobierno de su propio partido (cuando Argentina se quedaba otra vez sin crédito, en 2001, se opuso al plan “déficit cero” proponiendo “hambre cero”). Alfonsín es uno de los tres principales responsables de que el peor peronismo siga siendo una alternativa de poder (los otros dos son De la Rúa y Macri). “Cualquiera tiempo pasado fue mejor”, escribió Jorge Manrique. Como toda regla, tiene sus excepciones. Los años de la presidencia fallida de Alfonsín es una de ellas.

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