Es habitual escuchar a los políticos hablar de “derechos”, mucho más en época electoral. Suelen presentarse como defensores de los mismos y son mayoría los que sugieren ampliarlos. Sin embargo, esos mismos políticos pasan por alto un derecho fundamental, del cual depende la realización efectiva de muchos otros derechos: el derecho a la estabilidad económica. Sin una economía estable, el “derecho” al trabajo, el “derecho” a la vivienda y el “derecho” a la cultura, entre otros, son mucho más difíciles de alcanzar.

Que los políticos no mencionen el derecho a la estabilidad económica llama particularmente la atención porque son precisamente los errores y omisiones de las autoridades de turno las principales causas de las crisis económicas.
Sin una economía que funcione adecuadamente, los recursos del gobierno menguan y, por lo tanto, muchos “derechos” que supuestamente están “garantizados” por el Estado también pueden quedar en entredicho. Por ejemplo, que los hospitales y las escuelas cuenten con los equipos, el personal y todo el material necesario para una prestación adecuada de sus servicios depende, en última instancia, de que el gobierno cuente con los recursos suficientes para pagarlas. Es decir, depende de la recaudación de impuestos, que a su vez depende de la actividad económica. Lo mismo ocurre con los servicios de defensa y seguridad, y todos los considerados esenciales.
Que los políticos no mencionen el derecho a la estabilidad económica llama particularmente la atención porque son precisamente los errores y omisiones de las autoridades de turno las principales causas de las crisis económicas. Son los errores y omisiones de los gobiernos el origen de la violación de nuestro derecho a la estabilidad económica.
Los ejemplos más elocuentes son la inflación y el desorden de las cuentas públicas. Mientras el gobierno se dice “preocupado” por el aumento de los precios y hasta dice “combatirlo”, es el déficit fiscal del gobierno, financiado por emisión monetaria, el que provoca la inflación. Déficit fiscal que, al mismo tiempo, distorsiona la asignación de recursos de la economía y dificulta el equilibrio de las cuentas externas. Déficit fiscal que se produce pese a una presión tributaria asfixiante porque el gasto público es exageradamente elevado e imposible de financiar de manera genuina.
Lo paradójico (lo cínico) es que ese elevado gasto público se pretende justificar en el difuso objetivo de la “justicia social”, el combate a la pobreza y, en general, como un medio para “mejorar la vida de la gente”, en particular de los menos favorecidos. Todo el relato es falso: el gasto público astronómico y sus consecuentes déficit fiscal e inflación, son enemigos de toda la sociedad y, en especial, de los más pobres. Éstos se ven privados de su derecho a la estabilidad económica y, por ende, entre otras cosas, de un salario con un poder adquisitivo estable, de la posibilidad de ahorrar y de planificar cualquier cosa que no sea cómo irse del país.

El gasto público astronómico y sus consecuentes déficit fiscal e inflación, son enemigos de toda la sociedad y, en especial, de los más pobres. Éstos se ven privados de su derecho a la estabilidad económica y, por ende, entre otras cosas, de un salario con un poder adquisitivo estable
Cada propuesta política tiene un impacto diferente en la economía y puede contribuir o no a su estabilidad. Unos pocos principios generales pueden ser útiles para anticipar ese impacto:
- -Si se aumentan los costos de producir en el país (sea con impuestos o regulaciones innecesarias), las empresas pierden competitividad y les resulta más difícil exportar;
- -Cuando se daña la confianza (por temor a un cambio de las reglas de juego, a mayores impuestos, etc.), la inversión productiva y el consumo de bienes durables caen;
- -El déficit fiscal aumenta la deuda pública; el crecimiento de la deuda pública perjudica la confianza porque supone una amenaza de mayores impuestos;
- -Cuando se restringe la competencia, los precios tienden a ser mayores y la calidad más baja;
- -Cuanto mayor es la participación del sector público en la economía, ésta tiende a hacerse menos eficiente (se consiguen menos empleo y actividad de los que se podrían alcanzar) porque en las decisiones crece el peso de los criterios “políticos” frente a los de “eficiencia”.
La estabilidad económica es una condición necesaria para poder llevar una vida “normal”. Exijamos que cada propuesta política sea coherente con nuestro derecho a la estabilidad económica. Si no, seguiremos pagando los “platos rotos” y los políticos seguirán diciendo que todo el estropicio económico que ellos provocan es “por nuestro bien”.